viernes, 29 de mayo de 2009

22. UN DÍA EN MEDAS.

(NC)
Valentina despertó una cálida mañana de mediados de Septiembre en una cama que no era la suya, con unas ganas tremendas de ir al agua ese día. Necesitaba enfundarse su gastado traje de neopreno, del que se resistía a deshacerse y zambullirse entera en ese inmenso mar que veía por los grandes ventanales del dormitorio de Marc. Se estiró todo lo pequeña que era, desperezándose cual gato panza arriba, dio un par de vueltas más entre las blancas sábanas y saltó de ellas con decisión, rumbo al reino de Neptuno que la esperaba tranquilo, impasible, misterioso.


Mientras tomaba el desayuno que su anfitrión le había dejado preparado en la pequeña pero soleada cocina, recordó la primera vez que vio el mar hacía ya muchos años de la mano de su padre, en la calita donde solían pasar los veranos. Su padre era unenamorado del mar y le transmitió a ella todo ese sentimiento. Le enseñó a amarlo de la única manera que se ama, plenamente y sin reservas, para siempre y en cualquier circunstancia.

Recordó con cariño, su séptimo aniversario, cuando su progenitor le regaló su primer equipo de buceo básico, consistente en una máscara, un tubo y una aletas de una famosa marca italiana, a la que sería fiel durante toda su vida en recuerdo de aquella primera avanzadilla de equipo ligero, que le abriría un mundo dentro de otro mundo, al que no le gustaba pertenecer y que la marcaría para siempre.

Aún tan pequeña, nunca olvidaría las miradas incrédulas de las pocas amiguitas invitadas a la fiesta de cumpleaños, decepcionadas al no ser el regalo, la clásica muñeca de Famosa. Rió con tristeza al recordar lo extraña que era para todas aquellas niñas y lo poco en común que tuvo con todas ellas, quizás por eso, desde tan pequeñita, le gustaba tanto la soledad.

Jamás olvidaría las sensaciones que experimentó bajo el mar aquella primera vez, ese silencio, esa paz, esa armonía.

Se maravilló de las luces y contraluces de los fondos, de las distintas tonalidades del agua, de cada criatura que descubría cada vez que, inspirando todo el aire del que era capaz con sus pequeños pulmones, se sumergía en el azul ávida de más, mucho más.

Cada día pasaba horas y horas en el agua, hasta que su madre tenía que ir a por ella, cansada ya de tanto llamarla. Y ella tan feliz… arrugada, eso sí, pero feliz.

Con una sonrisa de nostalgia, guardó sus recuerdos y se dispuso a verificar su equipo de buceo, aunque sabía que lo tenía todo preparado de la noche anterior, era una persona muy meticulosa y en extremo concienzuda.

Unos amigos le habían recomendado un centro de buceo, pequeño pero con solera, en un bonito pueblo de la Costa Brava .Las Islas Medas eran una asignatura pendiente para Valentina y aprovechando unos días libres que había guardado de sus vacaciones anuales para una escapadita al mar fuera de temporada , había decidido que ya era hora de sumergirse en su silencio y conocer por fin, ese paraíso natural del que tanto había oído hablar.

Iba en busca de su pez luna, estaba segura, esta vez, no se le escaparía. Todos sus amigos buceadores que volvían de Medas le contaban la misma historia. Durante todo el verano, los habían visto a pares, sobre todo en Furió Fitó, tanto en superficie como en profundidad, un punto normalmente de fuertes corrientes . Le fascinaban esas curiosas criaturas más que cualquier otra, incluso se había tatuado uno en lugar que pocas personas verían jamás.

No sabía la razón exacta, pero desde que los vio en el Aquarium de Barcelona hacia unos años, se había enamorado profundamente de esos extraordinarios animales.

Ese día, estuvo horas persiguiendo al extraño pez por la gran pecera, hasta que amablemente, un vigilante del centro la invitó a marchar puesto que era la hora de cerrar. Al día siguiente, volvió, al otro…. También.

Había pasado largas tardes de invierno acurrucada en el confortable sofá de su casa, ilustrándose con vídeos y documentales prestados por un amigo biólogo suyo ,había visitado la Biblioteca en más de una ocasión para documentarse aún más sobre la vida de estos curiosos individuos, sobre su hábitat, costumbres, hábitos alimenticios.

Eran animales solitarios que no tenían enemigos naturales, torpes nadadores que vagaban por alta mar dejándose llevar por las corrientes y que en verano, se ercaban a la costa donde se dejaban desparasitar agradecidos, por peces especialistas en esos menesteres.

Algunos ejemplares podían llegar a pesar varias toneladas y le resultaba curioso que unos animales tan excepcionalmente grandes tuvieran un pequeñísimo cerebro.

No quería marcharse de Medas sin verlo, para eso venía, era su objetivo.

La inmersión estaba programada para las nueve de la mañana, fue al centro caminando con su equipo a cuestas, ya que Marc vivía a un tiro de piedra de allí. Cuando llegó ya había agitación, unos cuantos submarinistas cargaban sus equipos en la furgoneta del centro, otros cargaban las botellas, otros comprobaban por enésima vez que no olvidaban nada de su equipo en el coche, en fin… Lo habitual que sucedía cualquier día, en cualquier centro de buceo un poquito antes de cada inmersión. Siempre se contagiaba de esa excitación que flotaba en el aire y en el ánimo de los buzos. La hacía sentir más viva que nunca.

Una vez cumplieron todos los trámites con el club, y cargado equipos en la furgoneta, marcharon alegremente, entre bravuconadas y risas hacia el puerto, hacia el barco y hacia el mar.

De camino al punto de fondeo, el guía del centro explicaba con maestría y mucha gracia el tipo de inmersión prevista para ese dia, mientras miraba a Valentina con mirada pícara y algo más.

Recordó la tarde anterior, cuando recién llegada de Barcelona, pasó por el centro para presentarse y apuntarse a la inmersión del día siguiente. Allí la esperaba Marc, uno de los guías del club.

No sabía muy bien cómo ni en qué momento, había aceptado su invitación para cenar y cómo había terminado despertándose entre sus brazos, en su cama, al día siguiente.

Ella le devolvió la mirada, pensando lo poquito que había dormido esa noche y si de guía sería tan bueno como…. En fin, decidió no pensarlo, tenía que centrarse.

Todos escuchaban atentamente mientras iban preparando sus equipos, los verificaban, comprobaban los del compañero y comenzaban a vestirse con sus trajes de neopreno, muchos de ellos desgastados por el uso, como el suyo y de seguro, con muchas batallitas que contar.

La inmersión elegida fue la Barda del Sastre, en la Meda Gran, una combinación de buceo profundo y cuevas, nada a lo que no estuviera acostumbrada Valentina , eran su especialidad y lo que más le gustaba hacer.

Se hicieron los grupos, en un de ellos, irían cuatro submarinistas, que con sus cámaras de vídeo a cuestas, buscaban escenarios para un nuevo documental sobre las islas Medas y sus fondos, encargo hecho por la Consejería de Turismo de la Generalitat.

El otro grupo lo formaban una pareja de buzos, Valentina y el guía.

Una vez equipados en el barco, fueron saltando al agua uno a uno, yendo hacia proa, para bajar por el cabo del ancla. El primer grupo bajó primero, se dirigían hacia la Cova de la Vaca, al extremo sur del túnel donde se encontraban los contraluces más impresionantes.

El segundo grupo, una vez posicionados en el cabo de proa, se fueron sumergiendo no a uno, mientras compensaban sus oidos al ir ganando profundidad, no sin antes haberse despedido del patrón que quedaba en el barco tumbado literalmente a la bartola.

Sentía una gran emoción siempre que, deshinchando su jacket completamente, comenzaba a bajar dejándose caer indolentemente hacia lo desconocido, la sensación de ingravidez, oír tan sólo su respiración mientras caía al abismo, era uno de sus pequeños y secretos placeres y cada vez, era como la primera vez, y no era comparable a ningún otro placer experimentado, era el momento en que dejaba de pensar para sólo sentir, donde su mente se despejaba por completo y se fundía en un abrazo cálido con la inmensa masa que la rodeaba, haciéndola sentir ilusoriamente como una criatura marina más.

Descendieron por la punta de la Galera, siguiendo la pendiente máxima dirección noreste hasta llegar a veintiocho metros de profundidad, donde se encontraba la abertura de uno de los túneles.

Valentina no vio peces luna ese día, pero la inmersión, aún sin verlos, fue muy bella, de esas que nunca se olvidan, de esas que se guardan en el corazón como un gran tesoro.

Los fondos eran magníficos, el paisaje marino era absolutamente primitivo, salvaje. En los recovecos de los túneles encontraron langostas bien agarradas a la roca, enormes langostas con sus antenas desafiantes, grupos de corvinas posicionadas en la corriente a la espera de cualquier incauto pececillo ,grandes meros patrullando su territorio, brótolas escurridizas escondidas en inverosímiles oquedades, pequeñas morenas al acecho de despistadas presas, contempló atónita una lucha a muerte entre un mero de grandes proporciones y una morena, nunca sabría el resultado final, pero no creía que las cosas hubieran ido bien para la pequeña morena; pasaron uno a uno, por un sifón de vértigo lanzándose con los pies hacia delante a una profundidad ya de treinta y cinco metros para dar a otro túnel repleto de langostas, corales rojos de aceptable tamaño, manos de muerto, vaquitas de mar, en fin… paredes repletas de vida pequeña y justo a la salida del túnel, echando la vista a la izquierda , una gran grieta con un congrio en su interior que no cabía en ella, mirándola impertérrito, pero lo mejor y más peligroso, puesto que de la impresión casi se le cae el regulador de la boca al abrirla asombrada, una enorme pared vertical que caía hasta un abismo sin final , repleta de gorgónias rojas extendiendo sus enormes ramas al infinito.

Nunca llegaría a saber, en qué momento de tanta fascinación, o quizás llamaba a las puertas de su mente la famosa borrachera de las profundidades, sintió como Marc le cogía la mano, se la apretaba con fuerza y ya no se la soltaba, fue un momento mágico porque sus miradas se cruzaron y ella comprendió algo que ya había presentido la noche anterior… le había encontrado. Como sabía que tenía que ser, en el inmenso azul, a cuarenta y siete metros de profundidad, rodeada de todo lo que amaba. En el reino de Neptuno, en su reino.

Volvieron haciendo la descompresión siguiendo la vertiente septentrional de la cresta, hacia la boca norte del túnel de la Vaca, habían permanecido bajo el agua cuarenta minutos.

Todavía le quedaban noventa bares para hacer cómodamente una descompresión de diez minutos cogida ya al cabo del ancla, fue obedientemente siguiendo las pautas que su ordenador le marcaba, se dispuso a esperar pacientemente que fueran pasando los minutos, disfrutando de la compañía y del entorno, comprobando su ordenador de tanto en tanto, viendo los minutos pasar, mientras Marc le hacía un dibujo de lo que le parecía su pelo en una pequeña pizarra que llevaba colgada al cuello, comparándola con una graciosa anémona cuyos tentáculos eran mecidos por la suave corriente y le escribía en letras mayúsculas: BUSCARÉ LUNA PARA TÍ, QUÉDATE.

Valentina soltó una carcajada que casi le hace perder por segunda vez el regulador, estaba radiante.

Mientras tanto, fueron llegando el grupo de los videosub, con toda su parafernalia a cuestas , en las caras se les veía satisfacción, habían cubierto objetivos por ese día.

Ya en el barco, mientras el patrón calentaba motores para volver a puerto, observó discretamente a sus compañeros de viaje, le encantaba los momentos que pasaba con buceadores como ella, especialmente después de una inmersión, ver esas caras llenas de felicidad, esas sonrisas, esas miradas cómplices después de bucear, le llenaban el alma de júbilo y no podía evitar llevar una sonrisa permanente en su bonito rostro.

Marc se le acercó mientras se despojaba del traje y le preguntó: Bueno, ¿ qué dices, mi niña? ¿Te quedarás? …

No vio peces luna ese día…. Pero a aquella inmersión, le siguieron muchas más, y en una de ellas, como su guía particular le había prometido , pudo verlos al fin, nadando imponentes y majestuosos entre dos aguas, pero eso…., es otro día en Medas, otro día cualquiera.

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jueves, 28 de mayo de 2009

21. EL VERRACO.

“El verraco”.
O al menos así le llamaban, a sus espaldas, en los clubs con los que solía bajar, inconfundible como era, nuestro personaje.
Siempre acudía solo. Fornido, bajo, peludo y con una boina de pastor incrustada hasta las cejas cuyo enhiesto rabito le daba un aspecto de marciano de tebeo.
Su actitud, tras un cortés –“buenos días”-. Era fría, metódica y concentrada, respondiendo a los saludos con un simple movimiento de cabeza. Sin llegar a marginarle, los demás buzos le evitaban.
A ello colaboraban aquellos apestosos cigarrillos que el mismo liaba y que competían en hedor, junto con el diesel de la zodiac, en hacer vomitar a los buzos de estomago u olfato sensibles.
Siempre desaparecía cuando despuntaba el calor y el mar aumentaba su temperatura, reapareciendo de nuevo cuando las aguas anunciaban la marcha del estío.
A veces, los noveles sentían tentaciones de hacer gracietas con tan pintoresco individuo. Pero entonces, los más veteranos, les referían la historia de: “El guapo” y estas desaparecían como por ensalmo.
Ah, que vosotros no conocéis el episodio de “El guapo”. Pues no os preocupéis, que yo os lo cuento:
En cierta ocasión, acudió “El verraco” a un club regentado por un individuo bien parecido: Un Adonis simpaticorro, hercúleo y proporcionado por el cual las hembras de esta anfibia hermandad nuestra, le mostraban su predilección y los varones buscaban su compadreo.
Decíamos pues, que estaba en aquella ocasión nuestro Adonis, con el guapo tan subido por la femenina asistencia, que como siempre sucede, busco un blanco para sus chanzas y ocurrencias, siendo el elegido, como podéis imaginar, nuestro “Verraco”.
Así pues, desplego Adonis su ingenio a costa del “Verraco” ante la divertida y bulliciosa parroquia, llegando su audacia al extremo de; cogiendo la boina, cortarle el rabito, vulgo “caparla” ante el aplauso general.
Miraba el guapo al “Verraco” con una media sonrisa entre desafiante y socarrona esperando su reacción, cuando este con toda la tranquilidad, cogió de su cinturón una pastilla de plomo de dos kilos. Y como quien no quiere la cosa, la partió por la mitad como quien parte un folio, dándole al “guapo” una de las dos mitades mientras le decía muy serio: - Es que me sobraba un kilo-
Como es lógico, a raíz de esta anécdota comprenderéis el porqué en todos los sitios respetaban su singular carácter y no se rifaban precisamente el ser su pareja.
Paradójicamente, no había un compañero mejor en el que uno pudiese soñar; eso sí, bajo el agua.
Atento sin ser pesado, tan delicado en su aleteo que no levantaba la menor partícula, pendiente hasta el paternalismo de los menos experimentados que en suerte (en mala suerte, según comentaban los susodichos antes de bajar con él) le tocaban. Cerraba siempre las inmersiones cuidando que nadie quedara tras de sí.
Durante las tertulias post inmersión, en su ausencia, se hacían “porras” sobre cuál sería su profesión. Apostando unos a que era: -“Pelotari” por lo menos-.Dado el enorme tamaño y fuerza de aquellas palas mal llamadas manos. – No puede ser, es demasiado canijo – bromeaban otros, para finalmente decantarse la mayoría por opciones como: agricultor, herrero o semejantes.
Meses más tarde, el misterio fue desvelado cierto día en el que una joven buza iba a añadir a su palmarés el titulo de joven madre y su pequeño renacuajo no le estaba poniendo las cosas fáciles negándose a salir y poniendo el “culete” allí en donde debería estar la cabeza, irreverente y travieso como son todos esos acuáticos canijos.
Sufría, decíamos, nuestra sirenita llena de miedo en el porvenir, cuando una manaza peluda se apoyo, cálida y ligera sobre su hombro.
Una “buza” como tú, sabe que el secreto consiste en respirar y estar siempre relajado-.
La cara de nuestra sirena era todo un poema; ¡El “Verraco”!, ¡Aquí! Tan grande había sido la sorpresa que miedos y dolores, por un momento se esfumaron mientras intercambiaba una significativa mirada con su marido.
Felizmente y gracias a los expertos manejos de nuestro protagonista, el travieso renacuajo protestaba con energía en el amoroso regazo de su madre.
Bueno, esto ya está. ¡Felicidades! – Dijo el “verraco” mientras se marchaba. – Un momento – le retuvo la sirena – Así que este era el motivo por el cual, nunca baja en verano- . Una sonrisa embelleció el rostro del “verraco” – Si. Es la época en la que vienen al mundo más pececillos y algunos como el tuyo, son más revoltosos. Me necesitan y no quiero faltar-
-Gracias. DOCTOR- dijo nuestra sirena. –Ya nos veremos en el azul-. Y se marcho sonriendo por los blancos pasillos.
Moraleja: Que poco sabemos de aquellos con quienes buceamos.

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20. LA VERDADERA LEYENDA DEL POZO AZUL.

Todo empezó siendo muy pequeño. Por aquel entonces no debía de tener más de ocho años cuando a sus padres les dio por comprar una lavadora BRU en una pequeña tienda de una céntrica calle de la ciudad donde vivía.
El dependiente era un joven chaval que, por su acento, estaba claro que era del sur. Hacía las veces de vendedor e instalador de los electrodomésticos comprados.

Así fue como, desde que montara aquella lavadora de carga vertical, que más parecía un desagüe en funcionamiento que lo que estamos acostumbrados a ver ahora, su relación de amistad con el padre de familia se hizo más estrecha y empezó a frecuentar por la casa a menudo.
Algunas tardes solo iba a tomar café, pero siempre acababa contando alguna historia de su tierra natal y de lo que le había traído a esa ciudad.
Estaba claro que al pequeño esas historias ni le iban ni le venían, suficiente tenía ya con sus juegos y estudios. Pero un día, la historia contada le encandiló. Era más un cuento basado en una leyenda escrita hace muchos años que una historia real. El no lo sabía, y en sus infantiles pensamientos la convertía en real sin apenas esfuerzo.
El joven dependiente tenía como afición el buceo, el azar quiso que tuviera que desplazarse a trabajar a esta ciudad, y como en aquella época, solo el boca a boca informaba de los logros en su extraña afición, le extrañó leer una noticia en un periódico local, donde se hacía eco de un inminente intento de record en espeleobuceo. Tenía más de record que de exploración pura y dura., realizándose en la mítica fuente del Pozo azul.
Puesto en contacto con los organizadores del evento, consiguió entrar a formar parte del elitista grupo de exploración, como ayudante, eso sí.
Su afán por conocer todo lo posible sobre aquella fuente le impulsó a buscar la obra escrita que lo citara y, salvo la leyenda que algunos del pueblo conocían, poco más pudo encontrar.

Cuando el niño escuchaba con los ojos muy abiertos relatar el cuento de la Dama del Pozo, en su interior afloraban aventuras épicas que él sentía como propias y totalmente ciertas.
Después de un tiempo de constantes visitas a la casa de la familia, el joven dependiente no volvió. El periódico local informó del desafortunado accidente que sufriera en uno de los entrenamientos que hacia buceando en el pantano de Urrez, sin otro fin que acostumbrarse al equipo que debería utilizar en El Pozo.
No contaba más de veintitantos cuando se ahogó en las frías aguas de aquel pantano.

El niño creció y se convirtió en un adolescente fornido, y amante de los retos y el deporte. No fue sino más tarde, pasados ya algunos años, cuando entró en contacto con el Buceo. A partir de ahí los recuerdos fueron aflorando a su mente y empezó a tener curiosidad por el Pozo azul. Ahora sí él podía impregnarse de las experiencias de los otros exploradores que ya formaban parte de un reconocido grupo mediático.
Toda su obsesión era comprobar la veracidad de los cuentos que oyera de pequeño; y se preparó a conciencia.
Cada vez sus inmersiones eran más profundas, rebasando con creces la distancia recorrida por sus predecesores, y cuando salía de nuevo a superficie una extraña inquietud le abordaba, haciéndole volver la mirada hacia la entrada de la cueva. Era como si alguien le siguiera y se quedase observándole desde la boca del Pozo.
Sus visitas a aquella fuente fueron cada vez más habituales y en casi todas salía con la misma sensación. Llegó a ser obsesivo su interés por dicho Pozo y, no contento con la distancia conseguida, comenzó a proveerse del suficiente material para entrar aún más.
Contaba, a veces, y aun a riesgo de ser tomado por loco que, en alguna de sus incursiones, le pareció ver luz al fondo. Una luz suave, blanquecina, que describía ondulaciones sobre la transparencia del agua, pero que no lograba alcanzar nunca.
Se sentía atraído a la vez que observado y su obsesión creció con el paso del tiempo.
Elucubró otras posibles entradas desde donde poder penetrar más profundo ahorrándose los metros ya conocidos, para ello recorrió una y mil veces los llanos que, centenares de metros más arriba, formaban el páramo desde donde él suponía cobraba vida dicho manantial. Pero nunca encontró nada, por lo tanto, solo quedaba la opción de continuar intentándolo por la entrada principal.
Aquel día, harto ya de repetir el mismo recorrido, inició una odisea que le llevaría a su fin soñado. Repitió innumerables inmersiones porteando botellas de aire que iría dejando cada vez más lejos. Había calculado que si no le faltaba aire encontraría el final de la cueva a una distancia aproximada de siete mil metros ya que, en superficie, a esa distancia existía una falla cortada a pico que caía por debajo de la cota del nivel del agua del Pozo. Sus conocimientos de buceo técnico, por aquel entonces, le permitían realizar inmersiones con largas paradas de descompresión incluyendo gases exóticos en la carga de las botellas. Se procuró las mezclas necesarias, trajes adecuados para las frías aguas del Pozo, alimentos para el “Vivac” en la zona seca, iluminación suficiente con baterías de repuesto, torpedos de gran autonomía y todo lo necesario para emprender semejante aventura en solitario. No estaba dispuesto a que nadie le robase la satisfacción de ser el primero en descubrir el final de la surgencia.

Aquel día y ya anocheciendo, inició el corto recorrido de la senda que lleva al Pozo, con la mirada fija, concentrado únicamente en su objetivo, se terminó de equipar y preparó los últimos materiales que debería portear hasta la gran burbuja, donde pasaría la noche.
Lo tenía todo dispuesto, cuando en la oscuridad de la cueva el reloj marcaba las cinco de la madrugada. Despacio, decidido, inició la inmersión en el segundo sifón. Ayudado por uno de los torpedos los metros iban cayendo a gran velocidad y pronto llegó a la cota de -70 metros. Se deshizo del primer torpedo y cargado de botellas continuó incansable hacia el fondo llevando consigo otro torpedo auxiliar. La línea instalada por los predecesores ya había quedado atrás hace rato, era el momento de abandonar el segundo motor y proseguir en su objetivo de llegar al final.
A más de cuatro mil metros del segundo sifón la cueva comenzó a estrecharse y al colector principal se le unían emisarios laterales. Fue entonces cuando empezó a recordar la leyenda que desde pequeño le turbaba: el joven gaiterillo de Covanera enamorado de una bella Dama, a la que esperó incansable durante años y que de vez en cuando se le aparecía en los lugares más insospechados, mientras el tocaba su gaita sentado frente a la boca del pozo.
Los metros seguían cayendo y obnubilado por sus pensamientos no se percató que el último motor agotó la batería. Lo dejó abandonado y en su obsesión siguió aleteando, penetrando cada vez más en la oscuridad.
Entonces le pareció ver la luz de nuevo, esa tenue luz que provenía del fondo y que describía ondulaciones en las transparentes aguas. La siguió con más ánimo, y esta vez sí parecía poder alcanzarla. Ya solo le quedaba una de las botellas, las otras fueron quedándose a lo largo del recorrido. Respiraba despacio, casi haciendo apneas, porque tenía claro que el final estaba cerca.
Un pequeño recodo hacia la derecha y ante sí la luz que ya no era tenue, ahora brillaba en toda su intensidad iluminando una grandiosa cúpula fuera del agua. Respiró profundo, emergió despacio, y unas blancas manos le esperaban en la orilla. Allí estaban los cuatro: El gaiterillo, el joven dependiente, la bella Dama y él mismo. Había llegado al final del Pozo Azul, había logrado su sueño.
A partir de entonces forma parte de la leyenda del Pozo como uno de los pocos que pudieron ver a la Dama de cerca.
Allí estará esperando, con las manos abiertas, al siguiente que tenga el valor suficiente de buscarla.

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19. MI AMIGO EL CONGRIO.

No era la primera vez, ni mucho menos, que me sumergía en esas aguas. Cientos de veces había recorrido las paredes llenas de pequeñas grietas y agujeros, que suponía habitadas, pero salvo algún ocasional vecino, las mismas, estaban siempre vacías o en el mejor de los casos solo ocupadas por centenares de pequeños peces que iban y venían alocadamente curiosos por mi presencia. Algunos se atrevían, incluso, a desafiar en duelo a las burbujas que mi regulador exhalaba, con poco éxito por cierto ya que, estas, ajenas a toda lucha, ascendían precipitadas hacia la superficie aumentando su volumen y reflejando como un espejo las caritas de los pobres peces que huían despavoridos al ver ante sí semejante espécimen.
En estas estaba cuando a la luz del potente foco que importunaba la intimidad de los pequeños vecinos, ante mí aparecen dos enormes ojos brillantes de azul y gris sobre una poderosa mandíbula. Su gran cabeza mostraba las huellas, en forma de profundas cicatrices, de los embates de otros congrios, en pugna tal vez por una dama o en defensa de su territorio de caza.
El primer acto reflejo fue separarme del agujero apartando la luz que molestaba, para, a renglón seguido, volver a iluminar de nuevo al “bicho”, esta vez con más cautela.
Me propuse no hablar de ello con nadie, ya que esta zona estaba frecuentemente visitada por los ansiosos pescasub, habidos de una buena captura.
Así pasaron los meses de verano que me permitieron cierta confianza a la hora de acercarme casi a diario a la gatera del congrio. Pero llegó el invierno y las mares arboladas que barren la costa en estas fechas impidió realizar inmersión alguna.
De vez en cuando y si la mar se dejaba, repetía la visita a mi “ya casi amigo” congrio. Hasta que un día desapareció. Por más veces que bajara, por más que husmease por los cientos de agujeros de la zona, me fue imposible localizarle. Definitivamente se había ido.
Después del frío invierno y unos lluviosos meses primaverales, comenzó de nuevo la temporada bonacible para el buceo. Y ahí estaba yo, jugando al gato y al ratón entre las burbujas ascendentes y los pececillos huidizos, cuando a mi lado, y cerca de la gruta que fuera su morada, apareció de nuevo mi “amigo” el congrio. No voy a negar que una mueca de satisfacción dibujara mi cara. Pero esta no era como otras veces, ahora el animal salía de su agujero y se acercaba curioso hacia mí, me rodeaba a la altura de las piernas, dirigía su morro hacia el foco de luz y solo cuando sentía el calor de la lámpara se retiraba con un pequeño giro.
Puede parecer raro, pero no sentía miedo. Sabía que el mordisco de un animal como aquél podría producirme un incidente serio, pero su actitud me tranquilizaba y me mantenía inmóvil, tan solo intentando no perderle la cara, mientras el jugaba conmigo.
Fueron inmersiones alucinantes y en más de una ocasión estuve tentado de bajarle comida e incluso de ponerle nombre. Pero hay que ser sensatos y un animal es tan solo eso, un animal, más cuando no se le podría calificar como doméstico (aunque algunos acepten al pulpo como animal de compañía).
Bueno, decía que solo fueron vagas intenciones que nunca llevé a cabo, y el pobre se quedó sin nombre y sin comida. De todas formas no creo que le importase mucho.
Llegó a tal punto la simbiosis entre ambos que, aunque estuviera bastante alejado de su cueva y como si el percibiera que yo ya estaba en el agua, daba largos paseos hasta que me veía y entonces se acercaba raudo a mi vera acompañándome a lo largo de toda la inmersión.
Durante tres años coincidimos ambos en lo que más nos gustaba, bucear a mí y jugar a él. Pero un día al acercarme a la zona de inmersión mis peores presagios se cumplieron, en superficie había una boya de pesca, y de cuando en cuando veía aparecer las negras aletas de apnea que, a golpe de riñón, enfilaban hacia el fondo precedidas como era evidente de la mortal arma de un humano sin escrúpulos.
No volví a ver a mi amigo el congrio y no repetí jamás esa inmersión. A veces los intereses de unos priman ante la plácida contemplación de un animal hermoso.
Ahora, cada vez que paseo por un mercado y veo el mostrador de cualquier pescadería busco la banasta de los congrios imaginando que él es uno de ellos, y sonrío y me giro ante ellos y las caras alucinadas de los dependientes, como si el juego no hubiese terminado. Solo me falta hacer pompitas ante la cesta de las anchoas para terminar en un psiquiátrico.
Pero es lo que tiene la frágil línea de lo real y lo irreal, que se puede traspasar en un momento de igual manera que traspasamos la línea que nos separa de la superficie al mundo marino.
Adiós congrio, mi buen amigo.

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lunes, 18 de mayo de 2009

18. EN BUSCA DEL HIPPOCAMPUS GUTTULATHUS

DIA 1 - Hoy comienza el tercer año del Proyecto Hippocampus, de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, a través de su Voluntariado Ambiental. Nos reúnen en el Centro de Investigación de Humedales de San Pedro del Pinatar, donde, Monitores del Proyecto, siendo Biólogos marinos, nos explican los objetivos para este año.
También asisten al Acto otros Biólogos del Instituto Español de Oceanografía, que colaboran con el Proyecto. Esto promete… ya que llevo algún tiempo navegando, esta vez por Internet, en busca de información sobre estos peces tan curiosos y peculiares, con los que hemos jugueteado durante nuestra infancia tantas y tantas veces…
Esta gente sabe lo que se hace, máxima profesionalidad a la hora de dar datos y explicar como desarrollarán las jornadas, transeptos, seguimientos, censos visuales. Todo en el Mar Menor.
Me doy cuenta de que debo poner mi modesto granito de arena al Proyecto, es tiempo de compartir mis experiencias como navegante, buzo, conocedor de gentes y lugares de la mar, mi mar, donde intentan sobrevivir estos “bichos” y del saber porqué no pueden seguir viviendo en esta pequeña gran laguna salada.
DIA 2 - Nos convocan en Los Nietos. El día amanece en calma aunque refresca, el sol despunta por levante entre Mayor y Perdiguera, como si tuviese prisa por calentar, como de costumbre en el Sureste español.
Empezamos a recibir indicaciones. Comenzamos a montar los equipos, jackets, reguladores, presión en botella, ajustamos el neopreno a nuestro cuerpo, más helado por los nervios que por el frío, el agua está a 14ºC, según marca el ordenador, pero cuando oigo el envolvente silencio al sumergirme… se acabó todo...!sólo Paz¡.
-“Entro en una fantasía que me inunda por completo, un mundo totalmente distinto al que vivimos, tanto tiempo esperando este momento… bucear en el MAR MENOR, donde nací…
…Caulerpa Prolífera por todas partes, la poca Cymodocea Nodosa intenta sobrevivir, igual que el Hippocampus, el Syngnathus y otras especies autóctonas de este mar. Todo está lleno de ova y quizás sedimentos arrastrados por vientos y lluvias, provenientes del campo de Cartagena, rambla de Albujón, Los Belones. Qué desastre, qué pena, qué dolor. Mi Mar se muere, se muere lentamente, y sin quejarse…”
Llevo ya una hora sumergido y no veo nada, ¡mira sí, un zorro, sólo y pequeñajo!, ¡qué gracioso¡ Ya es hora de salir, se acaba el aire, pero de pronto me parece ver, entre las orejas de liebre y una escollera, una sombra que recuerda una pieza del ajedrez, una figura delgada y enclenque, ojos saltones, con los pelos de la cabeza sin peinar y con un morrete que insinúa darme un beso, agarrada fuertemente a un tallo, como si se la fuese a llevar un golpe de mar, una leve corriente.
Damos la alarma, Miguel nos da instrucciones para causar el menor estrés al animalito. Lo sacamos, lo sexamos, se mide, se marca y lo volvemos a dejar en su sitio como si nada hubiese pasado.
Seguro que los que cogíamos en antaño… sí que pasaban estrés ¿Y cuantos acabaron encima de la tele? Los sacaban a granel para comercializarlos, para hacer abalorios, detalles y recuerdos del Mar Menor a un precio de 10.000 pesetas kilo, secos por su puesto.
Dieciséis caballitos censados en dos años, más dos, suman dieciocho. Tres más que ya estaban censados. Otros tantos vistos en muestreos en otras zonas…en total llevamos vistos unos treinta y cinco.
DIA 3 - Esta vez toca un censo visual. Usaremos la técnica del transepto. Dos buzos en paralelo, no separados más de una cuarta. Se va peinando centímetro a centímetro, palmo a palmo a ver si por casualidad aparece alguno por aquí, durante 150 metros.
Salimos desde el C.A.R. de Los Narejos, dirección Mar de Cristal. Patronea la neumática con ocho buzos a bordo, Daniel, del Club Hespérides, nos suministra aire, medios náuticos, nos fija los waipoints y nos avitualla con unos bocatas de pan de leña que se te quita el “sentío”, después de cada inmersión, un vino dulce para restar la sal de la boca.
Fondeamos, nos preparamos, nos sumergimos, hacemos 4 transeptos. Levante, Sur, 300º y el mío 000º. 50 metros…nada, otros 50, nada, todo Caulerpa, densísima, otros 50, nada de nada, no hemos visto ni una triste cañaílla.
Que frustrante, el tener esperanza de ver algún Caballito, y no ver nada. Pero no sólo nosotros, sino ninguno de los ocho buzos.
Nos volvemos con el viento de levante, arreciando y helándonos la piel, pero más helados nos deja el pensar que ¿cómo es posible que ocho buzos no obtengan ningún avistamiento?
¡Con la cantidad de bichos de estos que habían!, ¡uf!, los cogíamos a puñados, los poníamos al sol y al día siguiente, listo, ¡para la tele! Sólo ha sido uno de los combates perdidos. Pero, ¿Cuántos han perdido ellos, y los que les quedan por perder?
DIA 4 - Embarcamos en Los Nietos, navegamos a media máquina, ponemos rumbo a la cima del monte Carmolí donde fondearemos y haremos los transeptos estudiados en dique seco. A la señal de OK, liberamos aire del jacket, centímetro a centímetro nos sumergimos hasta quedar suspendidos, no más de medio metro del fangoso fondo. Con levísimo aleteo nos desplazamos a lo largo de lo marcado, procurando no levantar sedimentos sin dañar aún más el hábitat de la laguna.
Alguna que otra aguja, prima de caballitos, algún zorro, alguna cañaílla, pero nada de nada de nuestro objetivo primordial.
De vuelta, vuelvo a ver la misma silueta del otro día. Otro Caballito, esta vez macho, joven, unos 10 centímetros, oscuro y no está preñado. Lo observamos y estudiamos durante un rato, después de haber tomado notas, lo dejamos a su suerte…¿Cuál será su suerte?
Al subir a superficie nos enteramos que entre los 9 buzos convocados, hemos localizado 9 Caballitos. Dependiendo de los medios económicos de nuestra Administración haremos aquí más marcajes.
DIA 5 - Entramos en el solsticio de verano. Los días se hacen largos. Las noches más cortas. Las hormonas de los animales empiezan a hervir. Nidos de lábridos por todas partes, donde el macho, rayado en el lomo con dos líneas negras, defiende dentro de su madriguera, hecha de cascajos y ramas de caulerpa, la puesta de huevos. La verdosa hembra, sale a comer y se desentiende de tal menester.
Mújoles, doradas, salpas se cuentan por decenas nadando encima de mi. Sin embargo todos los góbidos, zorros, salen a tomar el sol, inmóviles hasta que estás a un palmo de ellos, luego desaparecen.
Día claro, transparente, 21ºC en el agua, día de marcaje, somos catorce en el agua y dos en tierra. Voy con Juan, novel, que decide quedarse a mi vera, prudente, observando cómo voy palmo a palmo, centímetro a centímetro, hoja por hoja, tallo por tallo.
En media hora veo quizás a la más bonita de todas, los pelos larguísimos, despeinados, limpia de ova, meciéndose y mimetizándose al unísono con los tallos de caulerpa. Damos la alarma. Miguel está preparado para marcar. Medimos y anotamos su situación.
¿Cómo la has visto?, pregunta Juan. Y contesto – Juan, si realmente está, la verás, pero si no, te la estás imaginando constantemente, viendo visiones, es cuando al final te vuelves loco.
A dos metros, Juan me llama, pegándome un tirón de la aleta y señalándome un ejemplar de 13 centímetros, macho, preñado. Miguel decide no marcarlo, su situación es delicada. ¡Ya te cazaré otro día, cuando des a luz a tus semejantes, te estaré esperando, te buscaré!.
Dos metros más Juan vuelve a ver otro macho preñado. Este también se librará del marcaje. Ya te pillaré a ti también.
Acabada la jornada y en la hora del bocata, se hace el recuento y nos comunican que en total hemos localizado 6 ejemplares ya marcados y 7 nuevos más. Todo un éxito, que te induce a seguir con mayor ímpetu en el proyecto.
DIA 6 - Hablando con uno de los últimos hombres de mar de la zona, comenta que, hace tres o cuatro décadas, cuando el negocio con caballitos y exportaciones al Oriente estaba en auge, se mercaba con un viajante catalán la cantidad de trescientas mil pesetas por semana. Recibía unas diez mil pesetas por kilo y por cada uno entraban mil trescientos de ellos.
Todo esto significa una cantidad de entre treinta y cuarenta mil ejemplares por semana una sola persona. Claro, antes era una plaga, ahora, según nuestros estudios, no hay más de 260 individuos por kilómetro cuadrado, con un total de 44.200 en todo el Mar Menor, pero estas cifras no son ciertas, pues hay zonas que los Caballitos no viven.
Enfilación al oeste de Peña Blanca y Punta del Fraile así como en su oposición, alrededores del Islote de la Galera, frente al Pedrucho y en La Seca hacia Punta del Galán, siendo otra la oposición entre el Islote de la Galera hacia el sur y la Isla del Sujeto. Podrían ser hábitats propicios para esta especie marcado en el Libro Rojo como especie vulnerable, pero deberían estar por cualquier sitio, como siempre han estado.
DIA 7 - Estamos en el frente sur de una baja presión. Aguaceros por el litoral, vendrán bien para aliviar la sed de esta tierra. Se decide costear y hacer dos inmersiones. Una para censos y otra para valorar el impacto que tendrá la limpieza de la dársena de entrada al Puerto de Los Urrutias y la posibilidad, ya que estamos, de encontrarnos con algún Caballito.
En la primera se localizan un total de nueve ejemplares, cinco de ellos ya marcados. Por otro lado nos adentramos en las aguas someras de la bahía que forma la pasarela. Desde arriba se ve una densa capa de ova, la cual en verano, cuando se corrompe por calor, huele. Sin embargo, una vez sumergidos a no más de metro, observamos la cantidad de vida, poca Caulerpa, mucha Cymodocea y Ruppia. Las caracolas poniendo sus crías. Alevines de doradas y mújoles. Chirretes por doquier y entre todo esto, un Fartet en el agua más cristalina.
Todo esta lleno de vida, precioso, agua clara y limpia hasta que nuestra panza roza el fondo cuando decidimos ir a la zona donde avistamos varios Caballitos. Dos hembras y dos machos, a punto de reventar, con sus panzas que se dividen longitudinalmente en dos y el orificio de salida se alarga. Merecerá la pena censar toda esa población.
DIA 8 - Amanece un día lluvioso que arrecia. Daniel, nos vocea desde lejos… ¡Qué pasa, es que os vais a mojar! Es cuando arrancamos, nos ponemos el neopreno, lastre, equipo pesado y comenzamos la jornada.
Es el que vela por nosotros, vigila el tráfico cuando estamos sumergidos, el que auxiliará en caso de percances, uno más del grupo.
Salida bocana Los Nietos con rumbo de aguja 070º a pasar por Sur de la Isla Redonda o Rondella en oposición del Ciervo, con cautela no tocar bajos que afloran. A poco menos de media milla, fondeamos al Sur del Sujeto, Isla plagada de gaviotas que se guarecen del temporal.
Últimos ajustes en el equipo, brieffing rápido y nos sumergimos. ¡Ji, ji, aquí abajo no llueve, pero Daniel…mojado hasta los huesos!
Salvo alguna aguja, aquí no hay señales de vida del Hippocampus Guttulathus. Fracaso total. Y fíjate que el fondo es el ideal para estos bichos, porque hay una profundidad idónea, roca, cascajo y mucha Cymodocea Nodosa, nada de Caulerpa Prolífera.
DIA 9 - Comenzamos la cría de Caballitos en Cautividad. Se arrastraron un total de 27 ejemplares recién nacidos, de los cuales 7 perecieron y gracias al I.E.O., donde ahora tienen su residencia, sobreviven los demás. Será un logro si al menos llegan a adultos la mitad de ellos, unos irán a vivir en semicautividad y otros estarán confinados para su reproducción. Vamos todos los días a darles de comer, sifonar acuarios, renovar el agua, medir la salinidad, temperatura, prepararles comida y varios aspectos más que quedan registrados para su posterior estudio.
Parece que somos unos verdaderos científicos, cubetas, probetas, Náuplios de Artemia, filtros, incubadoras, Mysidaceos, termómetros y muchas ganas de que salgan para adelante estos chavales. Es otra experiencia que me la guardaré para siempre en mi memoria. Soy afortunado de hacer lo que estamos haciendo.
DIA 10 - Hoy nos sumergimos 10, más 3 de apoyo en tierra. El buceo como de costumbre, técnico, lento, monótono, una aguja en un pajar.
Encontramos un total de siete ejemplares, cuatro ya son de la familia, otros tres son satélites, de los que entran en la zona para relacionarse y flirtear con los que allí tienen su morada.
Una cosa curiosa, todos los machos que hemos localizado tienen su bolsa marsupial vacía, flácida. Esto nos dice que por estas fechas, han debido de parir todos. No dejo de mirar hacia arriba, al azul como se dice en buceo, pero no veo ningún ejemplar pequeño, deambulante. Espero que hayan podido sobrevivir al ataque de sus depredadores.
Otro detalle curioso, los huevos de aquellos lábridos, a los que veíamos celosamente cuidar, ya están nadando por ahí, revoloteando entre algas, como Nemo, al igual como otras especies del Mar Menor.
DIA 11 - Esta vez será doble, una en la nueva zona de censos y marcajes. La otra en el centro de la Manga. Esta vez vendrá una cámara, sumergible, de una Cadena de Televisión, a filmar lo que hacemos.
No ha habido suerte en esta última zona. Sin embargo en la nueva zona de censos se han localizado 6 ejemplares. Estos los dejaremos para los próximos estudios.
Por otro lado, en el I.E.O. observamos el crecimiento de los 20 individuos confinados. Ideamos, entre otras cosas, sistemas para reducir las micro burbujas de la oxigenación del agua, así como un sistema de reducción de velocidad del caudal de agua. Preparación de acuarios tubulares para el apareamiento, alimentación más propicia, salinidad del agua, temperatura y varios parámetros más. Todo esto gracias al I.E.O. y al primer premio económico de ONES MEDITERRANIA, recientemente ganado por la Asociación Hippocampus.
DIA 12 - Amanece día ventoso y arreciando cada vez más por Levante. Somos 9 en la neumática de Hespérides para fondeo al espigón norte de la salida del Canal del Estacio, donde está a socaire de la mar, mientras otros tantos se quedan en puerto, con otra Cadena de Televisión, que tienen el gusto de certificar con sus videos, nuestra afable labor.
Suerte han tenido hoy, a pesar de lo revuelta que está el agua debido a este levante, pues se han localizado 4 ejemplares, de los cuales van a marcarse 3. Grabarán para su difusión todo el proceso, sedación, mediciones, sexado, marcajes, retratado, etc. mientras Miguel y Elena les relatan con todo detalle, los pormenores y quehaceres de todos los proyectos que llevamos a cavo en la Asociación.
Otra de las tareas asignadas para hoy es la de “pescar” Mysidáceos, gambas microscópicas, que sirven de comida para los 20 jamelgos confinados, aparte de la Artemia con que se nutren, proveniente de las Salinas de San Pedro del Pinatar.
Tampoco se divisa ningún caballito. Se ve mucha cymodocea (fanerógama en forma de cinta fina, marrón y alargada), mezclada con caulerpa (alga de hoja ancha y corta, de color verdoso), en fondo arenoso, con escolleras, propicio para los potrillos. Sin embargo, lo parece aún más para sus primos los sygnathus abaster (agujas) y sygnathus typle (pez pipa), algún carcinus (cranco, de toda la vida) y demás bichejos, conchas y pececillos.
DIA 13 - Fondeamos en el centro del vaso, entre La Perdiguera y Los Alcázares, arreciando esta vez por levante y refrescando a medida que cae la noche, a sonda no más de 6 metros, porque no hay más.
Hacemos los transeptos como de costumbre. Debido a la alta suspensión de materia orgánica y a la poca luz de la tarde, la visibilidad es pobre. Añadiendo que, nos toca esta vez realizarla en dirección oeste desde el punto de fondeo.
Con el sol de cara y a ras de Caulerpa, se divisan decenas de sombras y siluetas por todos lados, separadas entre sí unos 5 metros, siniestras, fantasmagóricas, debido a la poca iluminación, Pinna Nobilis, más conocidas como Nacras, clavadas en vertical. La mayoría de ellas sin vida. Parece un solitario cementerio, todas inertes. Otro de tantos fracasos. Otra decepción. Ningún avistamiento. Ningún hallazgo.
En el Oceanográfico, llevamos varias semanas sin bajas y al parecer los Caballitos van cogiendo peso y tamaño.
DIA 14 - Hoy amanece con intensa niebla y viento en calma. Quedamos en Los Urrutias. Me gusta observar el mar en los amaneceres, paseando y es cuando, de repente me encuentro a 4 buzos apunto de entrar en el agua y les pregunto… ¿Vosotros?, ¡No sois del Proyecto Hippocampus, no os conozco¡ ¿Qué estáis haciendo?, sobrándome esta pregunta, ya que todo el mundo es libre de bucear donde quiera, pero la curiosidad me obligó a preguntar, a saber qué hacían allí…
Uno me contesta: -Ese compañero y yo somos de Televisión Española y esos otros dos compañeros son de Canal 9. Estamos haciendo un reportaje sobre los Caballitos de Mar del Mar Menor, más extenso del que ya fue emitido en el Canal Internacional 24 horas, en el que vosotros y vuestra Asociación erais los protagonistas.
Una alegría me inundó por momentos al saber que al menos alguien está interesado en publicar y dar a conocer nuestro menester tan silencioso.
No levanta la niebla y me preocupa pues no llevamos marcado el waypoint de la inmersión de hoy. Nuestro punto de demora, si nos desviamos un poco a babor de nuestro rumbo, está el peligro de embarrancar y si nos vamos a estribor, podemos adentrarnos en el centro del vaso y perder la mañana.
Media mañana, empieza a despejar a medida que el Sol calienta la bruma. Nos sumergimos, esta vez voy con Ángel, un veterano del Proyecto, con más de 50 inmersiones en la charca. Sólo Caulerpa y más Caulerpa. En este muestreo, teníamos esperanza de encontrar algún Caballito, por la similitud en la orografía del lugar con otros en los que sí hay población asentada. Sólo uno se encontró en todo el día, hembra y joven, deambulando por este manto verde asfixiante, que está matando lentamente el Mar Menor.
La plaga de Caulerpa entró la Mar Menor en los años 70, al dragar del Estacio a los 4 metros de sonda, cuando por antaño sólo rondaba el metro. Todo el agua era filtrada por las encañizadas de toda la vida, Ventorrillo, de la Torre, el Charco y la de Marchamalo.
Otros son los males de este mar, como torrentes, que siempre han estado, pero antes, no arrastraban químicos de la labranza actual, nitrógeno puro, fósforo, potasio, pesticidas o escoria de metales pesados que las minas vertían en la Rambla del Beal, Los Belones, Carrasquilla provenientes de los yacimientos de Pormán, La Unión o el Gorguel.
DIA 15 - Esta última inmersión será fuera de aguas confinadas del Mar Menor. La meteo se presenta un tanto complicada. Una borrasca nos ronda por el norte. Su fecht proporcionará vientos del Oeste con velocidad media de 40 kilómetros la hora. Complicado para el buceo.
La temperatura del mar rondará los 15º en el Mediterráneo, peor es la del aire que estará entre 7º C y 10º C de mínima a esas horas.
Se decide inmersión en la Isla de Escombreras, donde se han avistado, varias veces, a una pareja de Hippocampus. Aparte, la zona está protegida de la mala mar que hace hoy, con olas de más de 2 metros según sondea la baliza marítima de Palos.
Esta pareja está entre 10 y 15 metros, no se deja ver. Quizás resguardados de las corrientes que nos rondan y que nos invitan a desplazarnos a mar abierto, es cuando decidimos dar por terminada la inmersión y el Proyecto Hippocampus por este año.
Agradecer, en nombre de todos mis compañeros del Proyecto y en el mío propio, a nuestros familiares y personas queridas, a los cuales, semana tras semana, robamos su tiempo por esta noble causa y el no poder estar con ellos más a menudo. Os invito a que nos conozcáis en
http://www.caballitodemar.net/ y http://www.asociacionhippocampus.com/

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17. CROMOSOMA

Cuando era pequeño, hace ya bastantes años, recuerdo que en el colegio, en clase de Biología nos hablaron de genética, de las leyes de Mendel y de que hombres y mujeres estábamos diferenciados por nuestro cromosoma sexual X…
Lo que no recuerdo, quizá porque hace ya mucho tiempo de mi época escolar, es que hablaran de la singular aberración cromosómica XX-Sub y XY-Sub… Como llevo casi 15 años cautivado por la práctica del submarinismo creo que tengo experiencia suficiente para poder hablar de la existencia de estas singulares aberraciones genéticas…


En las muchas ocasiones que he compartido vacaciones, fines de semana o simplemente la inmersión de un día con otros compañeros buceadores, he experimentado que los cromosomas de los buceadores y buceadoras no son iguales a los de las “personas normales”.

Aunque actualmente con las nuevas tablas de descompresión, los márgenes de seguridad son muy altos, estoy convencido que después de practicar durante algún tiempo este fantástico deporte, el nitrógeno residual acaba “haciendo mella” en nuestros cerebros mutando los cromosomas originales que heredamos de nuestros padres a los mencionados XX-Sub y XY-Sub convirtiéndonos irremediablemente en individuos con una sensibilidad “especial”.

Aunque alguno, al leer estas líneas, piense que además de ser un apasionado del submarinismo no estoy bien de la cabeza, los que me conocen saben que ambas cosas son ciertas, eso no implica que mi teoría no sea correcta.

He coincidido con muchos compañeros en centros de buceo o en “cruceros live aboard” y, por regla general, ya que en toda teoría hay excepciones, tras compartir apenas unas horas en el ambiente que rodea a la inmersión, hemos pasado de ser meros desconocidos, o “recién presentados”, a tener una complicidad y una empatía muy singular y característica que pienso fuera de este ambiente no habría sido tan fácil de conseguir.

Opino que, en general, país de origen, raza, color, ideas políticas, clase social, preparación académica, condición sexual o estado civil quedan a un lado cuando eres capaz de compartir y compartes debajo del agua el sorprendente colorido de un pequeño nudibranquio, la elegancia de un tiburón patrullando el arrecife, la valentía de un pez payaso protegiendo su anemona o la atractiva silueta de una gran gorgonia y eso se traduce fuera del agua en una complicidad que se transforma poco a poco en una relación muy singular.

Obviamente compartir unas horas bajo el agua no implica que vayas a ser amigo de tu o tus compañeros de inmersión para siempre, pero considero que esta situación, para mi tan especial, saca lo mejor de nosotros, consiguiendo quizá, que nos mostremos más comunicativos, generosos, agradables, simpáticos… Sin duda, efectos secundarios del nitrógeno de los que nunca te hablan en el curso de buceo y que consiguen transformar nuestro cromosoma X_ por un X-Sub convirtiéndonos genéticamente en “mejores personas”.

En definitiva, defiendo y creo en la existencia de los cromosomas XX-Sub y XY-Sub y me considero orgulloso y muy afortunado de haber compartido hasta ahora muchos momentos increíblemente agradables con gente encantadora debajo y encima del agua, gente que padece la misma aberración cromosómica que yo… La pasión por el mundo marino.

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16. HOY TAMBIÉN ME PARECIÓ VERLE.

Hoy también me pareció verle.
Han pasado ya más de dos años desde que le busco infructuosamente mientras mis sentidos mantienen la eterna lucha contra las frías aguas de este cantábrico mar.
Se fue despacio, como vivió los últimos años, pausado como sus pinceladas de aguamarina, serio como el color de sus cuadros….así se fue.

Fueron pocas las veces que, junto a él, disfrutara de la brisa que curte al asomarme al azul verdoso de las aguas de Santander, pero las suficientes como para enamorarme de este mar que hoy me priva. No hizo falta, sus diestras manos fueron capaces de plasmar sentimientos y sensaciones que solo un marino podría acuñar. Y sus lienzos de suaves playas, de barcas varadas, de velas al viento me hicieron soñar como solo sueña un niño.
Pasaron los años y el sueño se hizo realidad. Podía ver y tocar todo lo que antes soñara, y sentir esa libertad que se imaginaba en la contemplación de su obra.
Quizás no supe entenderle, tal vez no comprendí su inquietud entonces. Y llegué a perder su contacto, no fue físicamente ya que a diario le veía, pero la distancia entre los dos era tan grande como el mayor de los abismos. Abismos de azul marino, callados, silenciosos, que dolían..
Y seguí hoyando los dominios de Neptuno sin pensar en él. Me acompañaron seres maravillosos de ese mundo submarino, pero seguía sin pensar en él. Recorrí medio mundo, me empaparon las aguas de infinidad de mares, compartí experiencias con extraños, pero me olvidé de él.
Así pasó año tras año y me daba cuenta que los recuerdos en soporte fotográfico de cada una de las inmersiones el los miraba de reojo, con cierta envidia contenida, pero no me decía nada evitando enfrentar las miradas.
Me sentí superior por poderme acercar a un mundo inalcanzable para él y que solo compartía con los que le rodeaban. Pero sus manos pintaban con rabia, dibujando otros mundos a los que yo jamás llegaría. Fue la rutina que me volvió solitario, que me mantuvo en una eterna rivalidad contra su obra y la forma de expresar su pena por no ser reconocido.
Volví a la mar una y otra vez, bailé con delfines, me rodeé de tiburones e increíbles arrecifes de coral. Pero me sentía vacío y quería bajar más y más, buscando tal vez algo que en mi ignorancia no supe ver. Penetré en barcos hundidos, en manantiales que surgían de las entrañas de la tierra. Pude sentir la oscuridad y el frío de las grandes profundidades, y en mi soledad no supe verlo.
Aquel día me dedicó unas pocas palabras:
-Esto no va bien (dijo)
-- Ella te necesita (le respondí)
-Cuídala, yo ya no puedo (sentenció)
Esa noche se fue, sin hacer ruido, en una soledad que me atormentaba cada día, Y decidí buscarle. Con más fuerza aleteaba para bajar más profundo, para llegar más lejos. Levantaba cada piedra, perdía la vista hacia el azul infinito por ver si aparecía. Pero todo fue infructuoso, ya no cruzaremos jamás nuestras miradas, ya no podré enseñarle mis fotos, ni contarle las historias de mis viajes.
Solo quedan los recuerdos de aquellas tardes en la Bahía de Santander esperando ver como descargaban el azúcar moreno que llegaba de Cuba, con la bolsa en la mano para recoger lo que se caía de los sacos y que siempre pensé que era a posta.
Sus acuarelas de papel mojado, el dormir de las olas sobre la dorada arena del Sardinero, algún chicharro en su fuente de barro que cobraba vida con la maestría de sus pinceles…….solo recuerdos.

Te dije que no tenia nada que agradecerte y no era cierto, gracias por elegir a mi madre para serlo, gracias por dejarme claro que fuiste mas valiente que yo, gracias por no pedirme perdón y perdonarme a pesar de todo.
Cuantas veces deseé que estuvieras donde estás ahora pero no era cierto, deseo que estés donde tú querías estar, cerca de tu Dios que para ti existía, cerca de la tierra y el mar que inspiró el color de tus cuadros.
Cuantas veces te odié pero no era cierto, no sabía como quererte y te echaba a ti la culpa, quizá fuesen celos por robar el cariño de mi madre que yo pensaba me pertenecía. Y ahora me la dejas toda para mí y sin tu ayuda no sé si podré quererla como tú lo hacías.
Viviste a tu manera que no es ni mejor ni peor que la de nadie, era solo tu manera.
Amaste a tu manera y se te rompió el corazón por miedo a perder el amor
Me enseñaste sin proponértelo a admirar la belleza de las cosas
Sin ti no hubiera conocido nunca el mar que fue tu gran sueño

Por todo esto te pido perdón, el más sincero que jamás he pedido.

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viernes, 8 de mayo de 2009

15. CONTACTO SUB AL SUR

Patagonia.... nadie está libre del pensamiento, de la reflexión.
Una lejanía sin obstáculos para mirar lejos, una soledad poblada de habitantes sin temor. Un horizonte inspirador de lugareños, entusiasmados y sencillos poetas que cantan al silencio y al rumor del mar.

Emblema único del indio recolector que todavía subyace en el pulpero del camino de la costa. Miles de kilómetros de cultura ancestral por debajo y por arriba de la tierra. Y el camino es todavía de tierra.
Aún quedan limpiadores naturales de la fauna muerta en la costa. Se les escucha y se los ve con vuelos rasantes y otras veces desplegando alas para quedar inmóviles, como pintadas aves oscuras entre la orilla y el cielo.

Hay un sol fuerte que requiere llevarse siempre agua en la embarcación.
El grupo va por el camino conocido, agreste, hacia el lugar en la playa señalado como accesible para la difícil tarea de maniobrar para ingresar el gomón al mar, sin que la camioneta quede a merced de la próxima marea.

Por lo general las maniobras de playa son casi silenciosas, se mantiene el ruido sereno del motor que jamás debe apagar, es fácil imaginar qué pasaría si no volviera a arrancar y la marea empezara a venir… Todo es muy rápido y preciso, no más de 2 minutos alcanzan para terminar la maniobra que culminará definitivamente, cuando uno de ellos regrese, luego de llevar trailer y vehículo a lugar seguro, donde no llega el mar.
El silencio termina cuando el fuera de borda arranca y la proa enfila hacia mar adentro, hasta el lugar de trabajo.

La playa Orengo, sin viento, es de un paisaje de intensa quietud, es una foto casi lunar de tres colores: el verde esmeralda del mar, el celeste claro del cielo y el gris amarillento y brillante de la costa y de la tierra que está a la vista.

“No hay un lugar de buceo mejor que otro, hay lugares distintos”, decía un amigo. Lo que no sé es cuántos lugares tienen misterio. Orengo lo tiene, como un teatro salvaje que siempre mostrará una versión diferente de un mismo paisaje.

Marzo es un mes generoso y apacible para la navegación, un mes de tregua con los fuertes vientos del sur. El 23 de marzo del 2005, en especial.

Marina, bióloga marina, investigadora del laboratorio de peces.
Sandro , buzo profesional, experto en cartografía y en navegación satelital.
Néstor, buzo profesional, experto en mecánica naval y en equipamiento de buceo.
Pablo, buzo profesional, experto en cultivos marinos y buen trabajador bajo el agua.

Ellos son parte del área de investigación y del departamento de náutica y buceo del Instituto de Biología Marina y Pesquera “Alte Storni” de San Antonio Oeste, Provincia de Río Negro, Argentina.

Su misión: la recolección de huevos de pez gallo a profundidades de 25/30 y 35 metros.

¿No nos olvidamos de nada che?... pregunta Sandro, jugando con el colmo de las situaciones de quienes se van de campaña a lugares alejados, donde nada está al alcance de la mano.
Quedate tranquilo Gallego, responde Pablo, mientras que el más veterano, Néstor, sonríe conociendo cada reacción, cada gesto de sus compañeros. Absoluto previsor de lo impredecible, en situaciones de conductas marineras lejos de la civilización y lejos de la costa.
Marina escucha y observa en silencio, no hace mucho dejó su provincia de La Pampa lugar bien de tierra adentro, donde estudió la Licenciatura en aprovechamiento de recursos naturales renovables.
Arribó a las costas patagónicas para desarrollar sus sueños y su esperada carrera de bióloga marina.


Néstor es el timonel, Sandro enciende el GPS y Pablo organiza y distribuye el equipamiento. Marina prepara los recipientes receptivos de las muestras y la planilla de datos.
La navegación no será tan larga, apenas 15 minutos para cubrir aproximadamente 2 millas náuticas.
La alarma del GPS anuncia el punto de inmersión. Pablo larga el fondeo. Hay un poco de corriente ya prevista, se aprovecha el antes y después de la “estoa”, que en la zona es de una diferencia de entre siete y nueve metros.

El cabo del fondeo se tensa y el gomón busca el sentido de las corrientes.
Néstor le pide a Marina que apague el motor, ya terminó de chequear la cámara fotográfica y con Sandro mojan sus lunetas sentados al borde de los pontones. Casi como una coreografía ensayada, giran sin dejar la posición de sentados, sus aletas están en el agua, se toman de la guirnalda y ahora sí entran al agua al tiempo que van girando para quedar posicionados mirando el costado de la embarcación.
Nadan con el empuje de sus largas aletas hasta el cabo del fondeo, otro camino conocido y siempre excitante, bajar por el ondulante cabo que ayuda a atravesar las millones de partículas en suspensión que refractan cerca de la superficie. Al ganar profundidad el azul es más azul y luego vendrá el verde y enseguida el gris del fondo.

Néstor consigue las primeras imágenes, todo trascurre como siempre, aunque nunca será rutina. Detrás viene Sandro tomando las muestras. Una primera etapa con continuidad, ideal para que el novel buzo Pablo practicara la tarea.
Regresan a superficie con las primeras muestras, que con suerte habían encontrado sin buscar demasiado.
Con movimiento veloz Néstor se desprende el botellón y eleva el culote apoyándolo sobre el pontón, para que sin problemas y con comodidad Marina pudiera tomarlo. Pablo le pide el lastre y luego Néstor aborda la embarcación de un solo impulso.

Bueno Pablito….lo anima Néstor. Ya estoy, responde Pablo, siempre preocupado por cumplir con el trabajo con efectividad y rapidez.
Pablo ya está en el agua y hay un “rito” que tendrá que hacerlo con Sandro. Como lo hacen todos aquellos que reciben el efectivo apoyo de Néstor en superficie.

En realidad siempre miran a Néstor ya emergidos, luego de la suave entrada al agua. Él les dirá el acostumbrado –“Todo bien ?”, sin contestación, pues hay un código casi invisible. Apenas se verá como una mancha blanca a través de las lunetas, que Néstor ya vio y sintió como un sí.

El muestreo de huevos de pez gallo consiste en fotografiar dónde se los encuentra y luego tomar algunos individuos, que se pondrán en “salabardos” - bolsas de red de pequeños agujeros que el buzo lleva consigo- y una vez en superficie, depositarlos en envases especiales con agua de mar.

El grueso de las muestras se recogerán ahora y los ojos harán foco en cada detalle, más allá de los buscados huevos de pez gallo, todo será de interés, no debe existir un buzo en la tierra que se encuentre en el fondo del mar indiferente al paisaje, es imposible.

Hay un silencio intenso, no cuenta el sonido del regulador, no, ese sonido es parte de un miembro más de su anatomía. El entorno es majestuoso de inmensidad y de misterio. Acaso no puede aparecer de pronto una antigua moneda? Una antigua botella? Un plato? Como ha encontrado el viejo “yorugua”, que tiene su casa como un barco desde el comedor hasta el baño?

Siempre se mira a los costados, por las dudas, por instinto, siempre.

El buzo habla solo, se ríe, emite sonidos indescifrables cuando se sorprende. También reconoce especies, sobre todo, pequeños peces, y sonríe mirándolos como diciéndoles hola.

El buzo tiene la posibilidad de volver a ser niño. Recupera su capacidad de asombro y es libre, muy libre.


ENCUENTROS

A veces aparece un lobo marino, es un viejo conocido y pasa fugazmente. Hay un pequeñísimo instante de sobresalto e inmediatamente todo sigue normal. A veces los delfines, el mismo sobresalto, pero inmediatamente la sonrisa y la alegría.
Ballenas, cerca de nuestro invierno hacen su aparición, son esperadas y siempre sorprenden con su enorme presencia tranquila y poderosa.
Otras veces los tiburones, con menos frecuencia. Ellos inspiran respeto y cautela, nunca se los pierde de vista hasta que desaparecen, aunque se sabe que las mayoría de la veces, ni nos enteramos que nadan cerca.
Así desfilan y suman registros perpetuos en la memoria, encuentros únicos de habitantes de mar con seres de tierra firme, uniformados para la ocasión. Despojados de algunos poderes y que hacen todavía, por suerte, que sean individuos en desventaja en un medio, que, siempre les será ajeno.

Sandro está nuevamente en el fondo, una vez más. Un buzo veterano pero no aburrido, siempre es interesante un fondo marino. Hay habitantes pequeños que apenas se alcanzan a ver y es bueno quedarse inmóvil tratando de fijar la mirada sobre esas vidas. Siempre se sienten figuras cerca y uno las mira y a veces no hay nada. Sandro levantó la vista lentamente, tranquilamente. Dos ojos suspendidos en un cuerpo enorme, bello y paralizante. Una Orca lo miraba apoyada por un fondo de otras más pequeñas que danzaban en círculos perfectos. Se quedó varios segundos inmóvil en un tiempo desafiante de espera y tensión. Sandro se quedó, se entregó a aquella mirada. Sin muchos pensamientos. Sólo intensidad de sentidos, sólo el punto más alto del misterio mágico de ese animal querido y admirado, sólo eso.
La pena es la soledad de no compartir ese momento con alguien, porque Pablo a 6 metros de distancia no se enteraba. “ que se quede..que se quede” pensaba Sandro y la orca lentamente se alejaba sin abandonar su posición de mirarlo de frente, a la altura de los ojos, a menos de un metro del fondo. “ummm…ummm!” Era el sonido que salía de su regulador. Pura emoción de buzo en su mundo que es otro mundo, era su grito de llegada a un sueño muchas veces soñado. ¡Por qué no traje la cámara yo! Piensa mientras se renueva imaginando que puede haber en cualquier momento otras oportunidades.


Mirada

Pablo llevaba la cámara de fotos. Percibió una silueta que pasaba muy cerca y muy rápido. Automáticamente pensó en delfines, más precisamente en toninas debido a unas manchas blancas.
Vuelos cercanos
Mientras seguía con su trabajo, una pasó más cerca e instintivamente le saca una foto. Miró a Sandro, que casualmente lo miraba también y le hacía señas para regresar a superficie.

Pablo saca otras fotos antes de subir, era muy gratificante hacerlo, la visibilidad era buena y las toninas querían jugar, estaban curiosas.
Pablo ya en superficie le grita ¡Viste las toninas! introduce la cabeza en el agua y saca otra foto a las toninas que nadaban directo a él y se desviaban casi al rozarlo. ¡Son orcas,! Responde Sandro casi cortándole el entusiasmo.
Pablo se transforma, está desorientado. Sandro se da cuenta de esto y trata de calmarlo sin conseguirlo. ¡Pablo, quedate tranquilo! Como respuesta Pablo grita Néstor, Néstor!, mientras se hunde levemente y vuelve a emerger, como si intentara saltar, mientras agita sus brazos. Nada para llegar hasta el gomón donde estaba Néstor y Marina, algo alejados a unos 300m por el efecto de la marea.

Las orcas continuaban como en un frenesí, haciendo todo tipo de pasadas como vuelos, por debajo, por los costados. Se alejaban y volvían a toda velocidad.

Néstor, atento como siempre ya estaba navegando al encuentro de ellos. El gomón casi los toca, Sandro está más cerca, Néstor estira su brazo y Sandro le dice: ¡Ayudalo a Pablo! ¡Está mal!. Néstor apoya sus dos rodillas en el pontón, inclina medio cuerpo hacia el agua y con la fuerza que le da su animal interior alza y pone a Pablo a bordo de la embarcación. Las orcas rodeaban ahora el gomón.
Néstor toma la cámara de fotos y comienza a disparar sin parar. Mientras que Pablo que había quedado en una incómoda posición de tortuga invertida grita: ¡Ayudame ! ¡La puta que te parió!
Desde arriba sumerge la cámara en el agua y las orcas venían a él como si supieran lo que tenían que hacer.


Tocando aletas
Un llamado interrumpe la conexión de Néstor con aquel acto fantástico:
¡Boludo, ayudame acá!. Sandro había quedado “olvidado” en el agua sobre la popa del gomón. Néstor entonces reacciona y le ayuda a quitarse el equipo, mientras que las orcas no abandonaban su presencia danzante tocando deliberadamente las aletas de Sandro.
Finalmente ayuda también a Pablo que ya había logrado girar sobre sí mismo y solo se liberaba del botellón.

Marina, la pampeana, la fina dama de tierra adentro se encuentra ahora con el marco más inesperado y loco de su vida. Su corazón ha estado latiendo muy fuerte con más de una sensación, con más de una razón.
¡Ay! Chicos…, dice tratando de transmitir con su cara lo imposible. Quizá porque no se pueden comprender las situaciones que no se conocen, que ni siquiera se ha imaginado.

El buzo sabe que existen muy pocos encuentros con orcas. ¡Y aquello estaba sucediendo a ellos! Y estaba teniendo un buen final, después de todo.
Habían sobrevivido en el contacto menos esperado de todo el Golfo San Matías. Habían estado interactuando con una orca hembra y sus dos juveniles, y estaban vivos para contarlo. Porque es lo que dice el instinto. Aún sabiéndolas como animales a respetar y no como las asesinas que a veces aparecen.

Ahora había sonrisas y casi enseguida risas ¡Cómo habrán salido las fotos!,
exclama Sandro desde el otro extremo del gomón, -“Bien..bien..”, tranquiliza Néstor. Más tarde Marina ensaya una reflexión final: se acerca inclinando su cuerpo a los tres buzos, que se encuentran muy juntos, para poder sentir que cada uno afirmará lo que cada uno había visto y vivido. Chicos…¿se dan cuenta que esto fue hermoso? Bello…muy impresionante también.
Pablo miraba fijo el horizonte, muy serio. Néstor decididamente va hacía popa mientras una vez más anuncia su conocida frase: Muchachos…nos vamos
Arranca el motor, la estela que deja el gomón sentencia el final. Sandro piensa en aquella “mirada” y Pablo comienza a sonreír.


* El episodio relatado aquí se considera como uno muy importante de los pocos conocidos y ocurridos en el mundo, donde orcas y seres humanos han interactuado sin violencia y sin consecuencias, a excepción de la experiencia única de sus protagonistas, que quedará por siempre en ellos y sin dudas en los hijos de sus hijos.

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viernes, 1 de mayo de 2009

Pequeñas modificaciones en las bases

Modificaciones de las Bases del Concurso, algunos detalles que no quedaban claros o no se habían reflejado.

- Se ha añadido: No hay límite de obras por autor enviadas al concurso
- Se ha modificado la extensión de los relatos: Desde 1 folio (1), cuando antes se indicaban dos (2)


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14. Y SE HIZO LA LUZ

Aquel mediodía parecía que no tenía fin. Habíamos almorzado en un conocido restaurante de la costa y el vino tinto me tenía embotada de tal manera mi cabeza que me dio la sensación de que un pequeño hombre golpeaba con un martillo neumático su interior.

-Estoy totalmente saciado, no puedo comer más.-Advertí-.
-Hombre, si te has dejado medio plato.-Contesto Lola-.
-Ya, pero es que definitivamente no puedo más. ¿Qué te parece si vamos a pasear por la orilla y de esa forma relajamos nuestro estómago?.
-Pues venga, vamos.

Después de pagar la comida y de dejar una generosa propina nos despedimos dando las gracias por tanta exquisitez.
Cogí la mano de mi compañera al darme la sensación de que perdía el equilibrio y salimos del restaurante camino hacia la playa.

Una vez allí nos descalzamos y el contacto de los pies desnudos con la arena algo fresca pareció dar un ligero alivio a mis cansados pies.
Las olas se acercaban a nosotros y dejábamos que nos cubriesen los tobillos dándonos una nueva sensación de bienestar.

-Lola, no sabría explicarme sin el mar. Forma parte de mi vida y su infinita grandeza me genera paz.
-Carlos, creo que empiezas a filosofar, ¡vaya con el tinto de verano…!
-No, te lo digo en serio, es mi vida y por si no lo recuerdas el lugar donde nos conocimos.
-Lo recuerdo perfectamente, aquel día era yo la que estaba mareada y tú me reconfortaste preparándome una infusión a bordo del barco de Juan.
-Que días aquellos… Oye, Lola, ¿te apetece esta noche una nocturna?.
-Pues mira, iba a proponerte lo mismo, hace tiempo que no buceo de noche.
-Entonces podemos prepararla para las 22 h.
-Ok, me apetece mucho.

Aquella era una noche muy hermosa, el cielo aparecía totalmente repleto de estrellas, infinidad de puntos dorados lo iluminaban y regularmente una estrella fugaz cruzaba el firmamento. La luna dejaba un manto plateado sobre el agua que me recordaba, como siempre, alguna relación amorosa iniciada en la etapa de mi juventud.

La pequeña motora no resultaba muy cómoda pero para trasladarnos a nosotros y a nuestro equipo de buceo era del todo suficiente. Siempre costaba un poco arrancarla pero después de que el motor escupiese varios quejidos conseguimos ponerla en marcha.

Nos alejamos de la costa un ruidosamente y al cabo de treinta veinte minutos de navegación decidimos anclar.

El mar era una balsa de aceite, más bien de petróleo, ya que su oscuridad así lo recordaba, pero estaba en absoluta calma e invitaba ha tirarse rápidamente por la borda.

-Lola, ¿supongo que te habrás acordado de las fuentes de iluminación?.
-¡Caramba Carlos, sí pero sólo he traído dos focos……!
-Bueno, no pasa nada, los repartiremos como buenos hermanos uno para ti y el otro para mí. No me apetece volver ahora a la orilla y aprovisionarme de dos más, con la noche que hace no tendremos problemas de “iluminación”.
-Carlos, ¿seguro que con dos focos tendremos suficiente?.-dijo Lola-.
-¡Pues claro, ten confianza en mí! -concluí-.

Comprobamos la presión de las botellas cargadas a 200 bars y en perfecto estado.
Montamos cuidadosamente el equipo y yo ayudé a Lola a fijar correctamente la botella y el regulador.

Elegimos cuidadosamente el lastre y una vez estuvimos correctamente equipados saltamos al agua.

Se diría, por la espléndida noche que hacía, que prácticamente no necesitábamos iluminación artificial pero al empezar a sumergirnos en el profundo y oscuro abismo hizo que desechase aquella absurda idea.

Las burbujas del regulador de Lola se sucedían en una ascensión vertical y me recordaron enormes pompas de jabón que crepitaban sobre su cabeza.

Mi respiración resultaba algo agitada producto sin duda del ligero estrés que me provocaba el buceo nocturno.

Mis oídos se fueron acostumbrando paulatinamente a las diferencias de presión gracias a la ya acostumbrada maniobra de compensación.

Aquello era fantástico, la vida que se sucedía en las profundidades de la noche no tenía parangón en la vida diurna. La combinación de colores de los distintos organismos me hicieron recordar las vidrieras de una catedral gótica, una retahíla de amarillos, rojos azules…

La pared que se hundía en el profundo azul estaba repleta de una vida descomunal. Reseguí esa pared totalmente fascinado por esa purísima belleza sin prestar atención a mi compañera, que como yo, parecía hechizada por el desfile de vida nocturna.

El haz de luz de mi foco iluminaba la pared e intensificaba los la multitud de colores.

Fui recorriendo aquella pared sin fijarme en mi posición ni en la de Lola, embrujado, drogado de tanta belleza, se diría que no existía en ese momento nada más que yo y esa pared.

Fue entonces cuando falló. El foco que utilizaba de fuente de iluminación languideció súbitamente y de pronto se hizo la oscuridad.

Lo primero que experimenté fue un vuelco en el corazón e intenté fijar la vista por si mis retinas capturaban la luz de mi compañera, pero la oscuridad seguía allí, como en el fondo de un pozo.

Intenté entonces no perder la calma y la orientación. Reseguí la pared con mis manos pero de pronto mi cabeza chocó con una superficie dura, se trataba de un techo.

Volví a intentar posicionarme y agudizar mi vista para intentar ver algún destello de luz. Pero seguía igual, parecía que me había quedado ciego de repente.

Intenté conservar la calma y repasé mentalmente mis movimientos. En el momento de quedarme sin luz me moví hacia la derecha, ahora tocaba probar por la izquierda y así lo hice.

Nada, volví a topar con otro muro. Estaba atrapado, no sabía salir. Mi respiración iba agitándose, por mucho que intentaba agudizar la vista no lograba ver nada de luz.

No había cogido los guantes para la inmersión y al intentar reseguir con mis manos la pared sólo conseguí herírmelas.

El tiempo iba transcurriendo y el solo paso de un segundo parecía una eternidad.

La angustia iba recorriendo mi cuerpo, estaba desorientado, perdido y no sabía la cantidad de aire que me quedaba. Me arrepentí de no haber vuelto en su momento a recoger una segunda fuente de iluminación, pero ahora ya era tarde.

De mis ojos empezaron a brotar lágrimas de miedo, un miedo profundo, como el terror que en mi infancia me producía una noche cargada de monstruos. La diferencia es que aquello era producto de mi imaginación y ahora me encontraba envuelto en una situación real.

Me estaba dando cuenta de que el consumo de aire se aceleraba proporcionalmente a los latidos de mi corazón que resonaban en mi interior cada vez con más fuerza.

Volví a intentar experimentar lo que parecía una ascensión pero mi cabeza topó otra vez con una superficie rocosa.

Transcurría el tiempo y de repente un sabor metálico comenzó a asomar en mi boca. Me di cuenta de que las inspiraciones cada vez me resultaban más difíciles.
Estaba sentenciado, lo sabía, el mar que había sido mi vida también se convertiría en mi tumba, esa era la paradoja del destino.

El pánico se apoderó de mi mente de tal manera que no supe controlarme y comencé a agitar mis brazos preso de una profunda desesperación al verme perdido en un laberinto sin salida donde el minotauro me iba a alcanzar.

Fue en uno de esos movimientos de brazos desesperados cuando el foco impactó en un extremo de la pared. Y de repente se hizo el milagro. Un fuerte resplandor apareció del cañón del mismo. Sin perder un instante enfoqué a mi manómetro, 20 bars, botella prácticamente vacía.

Dirigí el haz de luz a mi alrededor y me percaté que había entrado sin darme cuenta en una oquedad de la pared que en todo caso no resultaba ser una cueva. En breves momentos mis ojos se percataron de la salida y con un fuerte aleteo escapé.

La velocidad de ascenso no fue la correcta y no hubo ninguna parada de seguridad ya que mi mente lo que intentaba era alcanzar la superficie lo antes posible.

El destello de aquellas estrellas fue la señal de mi resurrección.

Escupí el regulador y llené mi boca de aire marino, en ese momento vomité producto de la tensión.

Mi querida Lola se encontraba a escasos metros.

-¡Lola, aquí!. –Grité-.

Nos fundimos en un abrazo y de los dos brotaron lágrimas de desesperación, felicidad y amor que se mezclaron con el agua salada de mi querido mar.

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