Al llegar el alba empezábamos a preparar el equipo para irnos a la mar, en ese entonces trabajaba en Estaquilla de buzo mariscador, año 1988, a 85 kilómetros de los Muermos al sur de Chile. Cuando estaba lista nuestra embarcación “la Desolada” subía mi asistente el Chamaco, el que tomaba todo su tiempo para subir sus arqueadas piernas, era fanático del fútbol, estando en tierra pasaba gran parte del día haciendo piruetas con el balón, soñaba con ser un jugador profesional, tanto que mientras dormía pateaba la pelota, su conversación era fútbol, fútbol y mas fútbol. Él se encargaba de atender la manguera que me proveía de aire, usábamos un lenguaje especial con la famosa manguera, mientras estaba en el fondo del mar, dependía de toques ya sea para que me diera mas alargue, bajar y subir malla con mercadería. Fuera del esencial aire que me proveía la manguera, a veces también fumaba por ella, porque el muy malvado Chamaco solía ponerme un pucho para que aspire el humito, según él lo hacía para que no salga tan rápido a descansar o más bien a fumar mi cigarrillo, bueno su deber era atenderme, estar siempre atento a todos mis toques.
Luego subía el Caico un viejito de sesenta años, de largos bigotes encorvados como un Dalí, aficionado a la rayuela corta, tomaba su aperitivo y su bajativo, él se encargaba del rancho, porque le fascinaba la cocina y además estaba encargado de los remos, luego subía el Tabo quien era el otro buzo, tan joven como yo y su asistente el Pichi, este loquillo estaba jodido de la vejiga, orinaba a cada rato, según él estaba pasado de frío, vivía diciendo: “tengo que hacer pichí, ¡no aguanto más!, ¡no aguanto más!”, en la proa de la “Desolada” mantenía un tremendo tarro o sea su propio urinario, el último en subir era don Javier o sea yo, el líder, patrón de la embarcación.
Desde luego, después de encomendarme a San Pedro y a todos los santos para que nos vaya bien, el Tabo y yo viajábamos al fondo del maravilloso mundo submarino, era nuestra pega. Allá nos esperaban los lobos marinos y todo tipo de peces. Te confieso que más de una loba me dio un tarascón, era un aviso para que me aleje de sus crías, en cambio los lobos viejos se acercaban y me miraban con una cara espantosa, al verme como una rara especie de pez en su territorio, ¡Ay diosito!, si a veces me daba susto, luego giraban y volvían como invitándote a jugar, una vez acostumbrados a mi presencia y más tarde me ignoraban; en cambio, los peces te miraban a cierta distancia y partían acelerados por la corriente submarina enturbiando el agua que dejaba de ser verde oscura hasta sosegarse nuevamente.
¿Sabes como es el fondo submarino? –te cuento, es con rocas de diferentes tamaños y a ellas están adosados los locos, ahí no hay algas, éstas están en la orilla a poca profundidad donde pueden captar la luz solar, ahí es hermoso, un verdadero parque acuático, hay todo tipo de algas, algunas son tan largas y su follaje inmenso que parecen verdaderos árboles, ondulantes al son de la corriente o las olas, en las rocas hay lapas y choritos adosados, almejas, corales, estrellas de mar, etc.
Bien, cierto día salimos a trabajar como era nuestra rutina, fijábamos un lugar y nos dirigíamos a él, esta vez fuimos a un lugar que conocía por mis años de mariscador, a tres y media hora de distancia de la caleta de Parga. En ese lugar había un inmenso fundo y un solo habitante que era el cuidador, cada vez que pasaba por ahí le llevaba mariscos, jaibas y locos, el viejo se sentía feliz porque no veía gente muy a menudo, enseguida me atendía con mate y tortillas de rescoldo.
En fin, estábamos a una hora del fundo (en la mar calculamos la distancia por hora) y bueno, empezamos a laborar de inmediato, te cuento que había una increíble abundancia de locos y como siempre la apuesta era cual de los dos buzos sacaba más, es típico hacer competencia y hacer gracia a nuestro asistente que arriba van a todo grito ¡viene otra! , ¡Subo otra!, llevo tantas, etc., encontré una pared rocosa llena de locos, con el gancho principié a echarlos a fondo, juntando una gran cantidad, seguidamente toqué la manguera para que me mande mallas… mallas bajaban y mallas subían sin duda iba ganando, mas allá distante estaba el Tabo , el salvaje llenaba una enorme malla, la sube y su asistente no pudo subirla a la “Desolada” así que mi asistente fue a cooperarle, antes, larga harta manguera para que no me enrede y pueda trabajar libre, al acudir en su ayuda iba hacia la proa, sin darse cuenta pasa a cerrar la válvula del aire, mi aire ¿entiendes? y al quedar sir aire, obvio, no podía respirar, estaba desesperado, imagínate quedar sin aire, eternos segundos sin respiración, tiraba y tiraba la manguera y no había nadie que atendiera mi llamado, mi asistente no respondía.
Mientras yo estaba asfixiándome, medio enloquecido, la mascarilla apretaba mi cara, me chupaba, el regulador no tenía aire, yo chupaba y chupaba el fierro, estaba completamente indignado, era tal mi desesperación e impotencia que opté por sacarme la mascarilla y botar el regulador.
Me moría, se me iba la vida, traté de soltar la malla con locos atada a mi cintura, no pude y los segundos transcurrían, maldita malla era como un ancla que me sostenía pegado al fondo.
El otro buzo estaba distante, no me veía, hubiese compartido su aire.
La mente es tan rápida que mi único pensamiento era: voy a morir, una y otra vez me repetía: cagó mi vida, cagó mi vida, pues al estar sin aire tragaba y tragaba agua salada, sentía como ésta entraba heladita a mis pulmones, botaba y tragaba. Así mis pensamientos pasaban velozmente, llegó la hora, sí… era mi fin, me moría año 1988 junio 21 y me preguntaba ¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Quién se preocuparía de mi cadáver? ¿Quién iría a buscarme? Si estaba tan distante de Valdivia, mi ciudad natal.
Entonces me aseguré de que me sacaran de la mar aunque sea muerto, actuando rápidamente sin pensarlo dos veces, cada segundo que pasaba jugaba en mi contra, no era momento de meditaciones, porque en unos segundos mis pulmones se reventarían, no soportarían más… era horrenda esta situación, no se lo doy ni a mi peor enemigo, tragar agua y respirar agua salada. Realmente no tengo palabras para describirte ese aterrador momento, es un dolor inmenso. Sabes, solo el mar percibía mis agónicos lamentos, hasta mi último estertor.
Continuando mi relato, recogí el máximo de manguera la até a mi mano izquierda y subí lo que más pude con la pesada malla de locos a la siga, no llegaba nunca, agotado ya, sin fuerzas, hice mi último esfuerzo, subí otro poco y advertí algunos claros, supongo a unos diez metros de profundidad.
Con mi fortaleza debilitada totalmente me dije: de aquí por lo menos me sacaran muertito, atado a mi mano…borrándoseme completamente la película, no supe más de mí.
Arriba en la “Desolada” mi asistente pensó que la manguera se había enredado y empezó a tirarla y tirarla, con espanto se dio cuenta que la manguera no estaba enredada, la cosa era más grave, llamaron al Tabo el otro buzo, volvieron a tirar y asomó mi cuerpo mostrando mis ojos blancos desorbitados, te diré que se cagaron de puro miedo al verme en ese estado, luego me subieron al bote y mi cuerpo no reaccionaba, los cuatro se pusieron a llorar como niños al ver que me salía sangre por todos lados, es decir, por la boca narices y oídos.
Definitivamente me dieron por muerto, si hasta se persignaron ante mi cadáver, se entiende que ya no podían hacer nada por mí, solo llorar y llorar, mi asistente el Chamaco era el que más me sentía, decía: se murió mi patroncito Javier, ¡noooo! Dios mío no te lleves mi patroncito e imploraba arrodillado junto a mi cadáver, porque yo estaba totalmente fallecido, mi cuerpo solo botaba sangre sin ninguna otra reacción.
Mis compañeros fuera de llorar lamentando mi muerte, también lloraban por ellos, muy asustados porque no tenían permiso y en el tete que se habían metido. Así que por decisión unánime decidieron deshacerse del muertito, la opción que tomaron fue llevarme al fundo.
Se fueron soplados a la caleta donde mi amigo, distante a un kilómetro, él divisó a la “Desolada” que venía a una velocidad inusual, al instante se imaginó que algo andaba mal, porque una embarcación siempre atraca suavecita a la caleta y esta pasó soplada por la arena, mi amigo miraba y no me veía, asustado corrió a recibirnos a ver que pasaba, al ver mi cadáver ordenó que me sacaran inmediatamente del bote y me tiraran en el pasto, tomó un cuchillo y cortó mí traje de arriba hacia abajo en un solo tajo. Inmediatamente empezaron a darme resucitación boca a boca, me apretaban el estómago para que bote agua, sobaban mis piernas, así todos me daban resucitación uno tras otro.
Mientras tanto, yo era un muertito feliz, viajaba en una nube gris aferrado de mis manos, en un calorcito muy agradable sintiendo una inmensa felicidad, avanzaba en una placidez infinita sin cuerpo, no lo veía porque yo era solo un pensamiento, un espíritu, eso sí… sentía mis pies helados y un pequeño dolor. Mas avanzaba suavemente en esa cálida nube y eso me fascinaba. Era un lugar tan lindo que nunca había visto, asombrado me adentraba en una profunda paz con mi corazón gozoso lleno de felicidad, sin preocupación alguna, porque no pensaba en nada, ni en familia, ni nada material, solo deseaba seguir en ese lugar sublime hacia una claridad.
Mientras mis compañeros me aplicaban diversos tipos de resucitación, trataban de hacerme revivir, luego empecé a sentir dolor en mis piernas, y todo mi cuerpo completamente adolorido, voy abriendo mis ojos y lo primero que veo es a Chamaco besándome una y otra vez, como un travesti. Al ver que despertaba empezó a saltar como loco, en su puta vida lo había visto tan feliz, también el Caico, bailaban de puro contentos y volvían a besarme, sin duda todos se habían aprovechado de mí y seguían sobando mis piernas, enseguida sentí un gran dolor en el pecho donde me aplastaban tanto.
Luego empecé a respirar cortito, muy cortito, todo mi flaco cuerpo adolorido, después me pusieron de pie bien afirmado, porque mis piernas no sostenían mi esqueleto, empecé a botar un chorro continuo de agua salada.
Los cuatro estaban felices porque había vuelto, revivido. Como era el líder, el patroncito, pedí un cigarrillo, de inmediato el Tabo encendió uno y lo puso en mi boca, aunque no podía aspirar, igual le hacía empeño, con mis pulmones llenos de agua.
Luego todo mi cuerpo se afiebró, me acostaron y me dieron mate con hierba buena y otros machitunes porque tenía mucha sed, tanta que ahora me hubiera tomado un río, después dormí. En la tarde me levanté aunque ellos no querían, pero yo aún mandaba porque seguía siendo el patrón de la “Desolada”, así que me levanté muy enojado, pensaban que era por lo que me había pasado, el descuido de mi asistente por su ineficiencia.
No… salí disgustado conmigo mismo, caminando por la playa, fumando un cigarrillo, reflexionando si quedaría con alguna secuela del mal de presión y que después del sufrimiento…era bonita la muerte.
Miraba hacia el cielo, tratando de identificar aquel paraíso.
Malditos ¿porque me sacaron de mi nube?.
miércoles, 9 de septiembre de 2009
43. EL GASTERÓPODO QUE ENLOQUECIÓ AL SUR DE CHILE
buceo inmersiones azul mar
Primera edición,
RELATO