martes, 25 de agosto de 2009

39. BURBUJAS QUE DICEN ADIÓS.

Llega un momento en toda vida, que necesitas del mar, te sientas en la playa a sentir la soledad de la compañía humana, a sentirte arropado por ese murmullo del mar, por esas caricias de la brisa, por el abrazo de la arena, haciendo un hueco sobre ella para que sientas su calor, entonces estando en un estado cómodo, arropado por la naturaleza comienzas a pensar. Porque no poder estar ahí, en ese inmenso mundo azul, dentro de la tranquilidad, del silencio, de la paz, del color, de la ingravidez, como esos peces de colores, como esas plantas del fondo del mar, que tantos sustos nos dan al bañarnos desde la playa, porque nos ha tocado algo, ¡Uf, no era ninguna medusa, ni nada que me haga daño, solo una alga!.

Un mundo inmenso, amplio, lleno de vidas por descubrir, con su inmensa tranquilidad, porque no, porque no probar a vivir en él. Al rato te das cuenta que todos tus problemas, todas tus dudas, todas tus comeduras de cabeza han desaparecido, una vez más ese entorno tan acogedor te ayuda a ver la vida de otro modo, sencillo, tranquilo, momentáneo y definitivamente sientes que tienes que entrar en sus entrañas, que mañana mismo vas a ir a sumergirte en su interior.
Por la mañana después de haber tenido un sueño placido, aunque con nerviosismo por la curiosidad, me levanto y voy en busca de ese centro de buceo que me inspira confianza para sumergirme con ellos en ese mundo, que tanta tranquilidad y seguridad me atrae desde su entrada llena de arena.
Voy a ese centro que tantas veces les he visto al lado del puerto, que tantas caras de felicidad he visto salir y entrar por su puerta, para montarse en una barca e irse al horizonte, donde mi vista ya no alcanza, para sentir esa sensación que quiero descubrir. Entro y me encuentro con un instructor, su nombre Javi, amable, tranquilo, simpático seguro, con una confianza, que aun me entran más ganas de entrar al agua.
Javi me enseña todo el centro de buceo y me explica la forma que ellos funcionan, los cursos, las salidas, los precios, todo eso que me parece muy interesante pero ahora mismo solo quiero ir ya al agua. Me inscribo en el curso porque estoy segura de que me va a encantar el mundo en el que me sumerjo, me da los papeles para la revisión médica y comienza mi gran aventura.
Paso cuatro días formándome a todas horas, mañana, tarde y casi también a la noche, ya que sigo acudiendo a mis citas con la playa, para que siga acogiéndome en su calor y mientras estoy ahí sigo pensando en todo lo nuevo que estoy aprendiendo, en las ganas inmensas que tengo de entrar al agua y descubrir por fin esa tranquilidad. Esas horas de piscina me van quitando el gusanillo de respirar debajo del agua pero no es lo que yo esperaba, ya que solo veo azulejos azules, con juntas blancas, hago miles de ejercicios debajo del agua, voy cogiendo confianza con el equipo, con mi amigo el equipo, el cual me va a llevar el aire mientras disfruto de los fondos, el cual me va a mantener en superficie mientras estoy esperando a mi compañero o simplemente tan ilusionado de todo lo visto que antes de subir a la barca tengo que comentarlo todo, el cual me va a ayudar a tener una flotabilidad ideal para no ir rozando el fondo del mar y para no ser un globo que sale disparado hacia superficie, como si el mar me estuviese echando de su interior. Ese que en caso de que me encuentre mal va a hacer que flote para que mi compañero pueda arrastrarme, en definitiva ese equipo que va acoplado a mi espalda y que tengo que cuidarlo tanto como si fuera mi mejor amigo, ya que en los fondos estamos mi compañero con su mejor amigo y yo con mi mejor amigo, conocidos los cuatro.
Llega mi día, mi gran día, mi primera inmersión en el mar, no he podido ni dormir de los nervios, suena el despertador, desayuno con tiempo y tranquila no vaya a ser que me siente mal el desayuno y acabe mareada en la barca. Me visto, preparo mi bolsa, ¿que necesito?, lo de siempre, como un día más, el bañador, la toalla, las chancletas, el jabón para la ducha, tengo todo!! Los nervios me están anulando y necesito controlarlos. Voy caminando hasta el centro de buceo, voy por el paseo de la playa, por la que tantas noches a conseguido hacerme olvidar todo lo que hay dentro de mi cabeza y una vez más por el paseo, sintiendo cerca al mar, me voy relajando, voy sintiendo una paz en mi interior y una seguridad agradable, de que el mar no puede hacerme daño.
En el centro, tengo mi equipo esperando, nada más llegar me encuentro con Javi, el cual me indica en la furgoneta que tengo que cargar el equipo, donde me visto y por donde hay que ir hasta el puerto donde embarcaré, me presenta a más buceadores y mis nervios vuelven a aparecer pero me siento muy ilusionado.
Me visto, me pongo ese traje que tantos ratos a pasado conmigo en la piscina, pero esta vez es diferente, vamos a una nueva aventura juntos. Monto el equipo, ese gran amigo que tengo desde hace una semana. Lo cargo y me voy charlando con Ana y con Tony, una pareja de buceadores con bastante experiencia que con su conversación me voy relajando y se me van pasando esos nervios tan malos que llevo en el estomago.
Por fin, es el momento, arranca la barca, soltamos los cabos, todos los equipos atados, todos agarrados y nos vamos, nos vamos al interior del mar. Al poquito llegamos a una zona tranquila, donde paramos la barca, paramos el motor y Javi ese instructor que tanto me ha enseñado comienza el briefing, explica toda la inmersión que vamos a realizar, las profundidades que hay, los diferentes fondos y las vidas que podemos ver. Nos recuerda a todos que hay que marcar al compañero la mitad de la botella y por supuesto subir con cincuenta bares. Todo el mundo comienza a ponerse sus equipos, a mirarse por parejas que todo va bien, a comentarse el aire que tienen, por donde vas a descender, etc… Cuando ya por fin Javi tiene todo organizado, montamos los equipos, me va recordando todo lo aprendido, nos ajustamos los jackets, los plomos, las gafas, probamos reguladores, hinchamos y al agua, por fin en el agua, que sensación, que nerviosismos, se me pasan mil cosas por la cabeza, donde vamos, cuanto bajamos, que veremos, cuanto rato estaremos. Nos dirigimos al cabo de proa, nos agarramos a él, y cuando todo esta listo, vamos bajando poco a poco, deshinchamos el chaleco y descendemos compensando los oídos para que no nos duelan, y sin darme cuenta estoy en el fondo, en un fondo rocoso, con colores, con plantas, miles, diferentes, que no se que son, todo es nuevo para mi, pasan peces cerca mía, de todos los colores y formas, estoy alucinando por fin en el estomago del mar, en su interior, compartiendo conmigo un mundo guardado como si de un secreto se tratará. Miro hacia superficie y me parece tener una inmensidad de agua sobre mí, veo como las burbujas que salen de mi cuerpo se van, desaparecen, salen rápidas hacia superficie y se pierden fuera del agua. No dejamos ni rastro, porque hasta las burbujas vuelven a su lugar de origen.
Pasamos media hora en el fondo, se me han hecho como diez minutos, veo una infinidad de colores, plantas y bichos que no tengo ni idea de que son, pero cada vez me convezco más de que tengo que saber que son, que en cuanto suba a tierra tengo que ponerme a estudiar especies marinas.
Salimos a superficie, subiendo despacio, despacio, disfrutando del final de nuestra estupenda inmersión, hacemos una parada de seguridad y ya estamos en superficie, hinchamos el chaleco, y desbordo de emoción ahora que puedo contar todo lo visto y sentido, no consigo callar, hablo sin parar y a toda velocidad, Javi acaba riéndose de mi emoción, pero seguimos charlando. Al rato van saliendo el resto de buceadores y volvemos al centro.
Descargamos los equipos, desalamos todo y lo dejamos tendido, nos duchamos y en una sala de estar, rellenamos los cuadernos de registro, todo el mundo lo hace por parejas, yo me junto con Javi, rellenamos todo, me firma y me cuenta la inmersión de mañana, donde iremos, cuanto bajaremos, que veremos y los ejercicios que haremos.
Emocionada me voy hacia mi casa y después de comer me voy de nuevo a la playa, a la que me inspiró hacia mi nueva aventura, se lo agradezco y le pido que me proteja dentro del mar tanto como me protege fuera.
Sigo realizando día a día mis inmersiones y me dan mi titulo de buceo. Sigo buceando todos los días que puedo y el resto de día voy a la playa a meditar con mi amigo el mar.
A los días me encuentro con un chico que todos los días hace más o menos lo mismo, sale a bucear con otro centro de buceo y después se va a la playa a pasar la tarde hasta que la noche cae. Por fin nos ponemos a charlas y a contar nuestras experiencias marinas, esta recién titulado como yo y decidimos bucear juntos en alguna inmersión. Como cada uno somos de un centro diferente, y ninguno de los dos queremos dejar a nuestros instructores muy lejos de nuestra vida, ya que han sido los que nos han enseñado todo, decidimos alternar nuestras inmersiones en los centros y quedamos para el próximo día.
Llega el día, quedamos y vamos juntos caminando por el camino de la playa, ambos llevamos veinte inmersiones y comenzamos el mismo día a bucear. Vamos ilusionados, vamos a bucear juntos y tenemos muchas cosas en común. Vamos al centro donde yo me titule, nos juntamos con Javi y nos indica donde vamos a bucear. Preparamos todo, nos vestimos y nos vamos. Realizamos una inmersión de cuarenta y cinco minutos, salimos ilusionados porque hemos visto mucha vida pero hemos salido un poco desorientados. Sabíamos que podíamos desorientarnos pero era una zona muy tranquila, fuera del transito de los barcos y al salir los dos pensamos lo mismo, ¡Tenemos que aprender orientación!, entre risas y risas, llegamos a puerto, nos cambiamos recogemos todo, rellenamos el libro y nos vamos a comer juntos.
Día tras día va saliendo una bonita amistad. Vamos sacándonos más títulos de buceo y van pasando los años. Llegamos a titularnos los dos como Divemaster, quien lo iba a decir, aquel día que el mar me abrió sus puertas a su interior, que hoy acabaría bajando a gente a los fondos marinos y acabaría dirigiendo las inmersiones. Lo mismo le ocurría a mi amigo Harkaitz.
Llego un día Harkaitz a nuestro encuentro en la playa, algo triste pero muy emocionado a la vez. Me dijo que se iba, que marchaba para las islas a buscarse la vida como divemaster, que quería introducirse de lleno en el mundo del buceo y que donde vivimos no tenía mucha salida ya que no se puede bucear todo el año. Estuvimos toda la noche hablando y nos despedimos, ya no nos volveríamos a ver o quien sabe, quizá algún día coincidiríamos en los mares.
Seguí con mi vida, mis buceos, mis inmersiones con gente nueva, mis inmersiones como guía y por supuesto con mis tardes y noches de meditación en la playa.
Una mañana me levante con mal presentimiento, sabía que algo no iba a ir bien del todo. Fui al centro de buceo y organizamos las salidas. Yo me iba de guía en la segunda, en la primera iba mi instructor y mi gran amigo Javi. Marcharon, pero al llegar la hora de regreso algo iba mal, no llegaban, Javi nunca se retrasaba, sabía que algo ocurría, mi presentimiento no fallaba.
Cogimos la barca del otro centro de buceo y fuimos a la inmersión que tenía que realizar, estaban todos los buceadores excepto Javi y su compañero, que no sabían donde estaban, que ya tenían que haber salido hace un rato. Asustados y sin querer pensar en lo peor damos aviso por la radio a todos los barcos y comenzamos la búsqueda, al cuarto de hora ya era prácticamente imposible que estuvieran con aire y dimos aviso al grupo de búsqueda y rescate. Nosotros no podíamos hacer mucho más. Llevamos a la gente a puerto, cogimos equipos de buceo todos los instructores y nos fuimos a ver si conseguíamos encontrar rastro de ellos.
No pudo ser, nadie los encontró, encontramos la boya de Javi y con ello se nos cayó el alma a los pies, los dimos por perdidos. Eran dos muy buenos instructores y nunca sabremos que les paso. Los buzos de rescate siguieron con la búsqueda a mayores profundidades pero no aparecieron.
Hoy estoy en la playa, lugar durante seis años de muchas meditaciones, pero estoy enfadada y hoy el mar tiene la culpa. Se ha quedado con dos de mis grandes amigos y mi instructor. Espero que sepa cuidarlos. Al menos estarán en el lugar donde a todo buceador nos gusta estar, en las entrañas del mar. Ellos para siempre, sueño de muchos, poder aguantar eternamente en los fondos y desgracias de los familiares que se quedan fuera sin poder despedirse y sabiendo que no volverán a verlos.
Se perdieron como las burbujas que se pierden cuando estamos disfrutando de nuestras felices inmersiones. Las burbujas se pierden hacía superficie, ¿hacia donde te perdiste tú?, ¿Hacía donde fuisteis?
Nunca más supe de vosotros, solo que como mis burbujas desaparecisteis, Siempre estaréis en el mar, cuidados por la madre inmensa, que algo querría de vosotros y conmigo en cada inmersión. La mar, que tantos buenos ratos nos deja pasar en ella, algún fin tendría en que vosotros os quedaseis. Sed felices entre aguas.
Deje de bucear unos días, me tome un descanso y decidí hacer un viaje. Me fui con mi amigo Harkaitz, que ya sabia de lo ocurrido. A los dos días estaba con él, en su casa. Me contó que estaba trabajando de divemaster en un centro estupendo. Que no era como donde estábamos, que aquí la gente viene y se va en una semana, que todo es mucho más turístico. Allí teníamos a gente que buceaba todo el año, gente que era de casa, con la que podías coger una confianza enorme porque no la perdías.
A los meses seguía compartiendo mi vida con Harkaitz. Nos quedamos a trabajar juntos en el mismo centro de buceo, ya que me ofrecieron un contrato de divemaster y no pude decir que no. Es estupendo poder compartir con la gente su primera inmersión, con otra poder guiarles en una inmersión que es muy emocionante puesto que nunca la han hecho y salen con toda la ilusión del mundo. Es inmensa la gratitud de la gente cuando salen tan emocionados como cuando salimos todos en nuestra primera inmersión. Se que el mar me protege y los que habitan en el también.
No creo que me separé del mar ni de todos los que de una forma u otra habitan en el.
Inmersión tras inmersión, junto con meditación pasa mi vida, entre burbujas que dicen adiós.