martes, 10 de marzo de 2009

5. QUE COMIENCE EL ESPECTÁCULO

Los menos rápidos salieron hace horas para no llegar tarde: estrellas de mar y nudibranquis se saludan por el camino y comentan inquietudes. Tiempo no les sobra al ritmo que van y una tortuga les sigue y se queja de su paso, ironías del mar.

Por el camino, entre dos aguas, un grupo de jóvenes sepias hacen una pintada con tinta de calamar anunciando el espectáculo que se realizará en breves momentos. Un rape le comenta a una escórpora que estos actos se van repitiendo asiduamente y a la escórpora se le ponen las espinas de punta.

Un banco de barracudas gemelas se dirige hacia la concentración y un par de meros se las miran con cara de tontos. Un congrio le pregunta a una morena cómo llegar y de paso aprovecha para ligar y que le explique donde ha conseguido ese bronceado, ya que está harto de tener ese color pálido. Mientras tanto, un grupo de anémonas se despeinan al paso de una corriente submarina.

El escenario está preparado: las mantas y águilas marinas se balancean y dan vueltas confundiéndose con cortinas y telones; los espirógrafos y las gorgóneas, como ramos de flores, adornan el entorno; Las medusas y carabelas portuguesas iluminan el espacio simulando lámparas de lágrimas. -su suerte, es que nunca nadie les ve llorar-; los peces trompetas amenizan la espera mientras las mantas y las rayas se retiran para dejar ver el espectáculo.

En el escenario no hay teloneros y ni falta que hace pues un entorno tan maravilloso no necesita de presentación.

Comienza el espectáculo: bajando desde las rocas de superficie aparecen con unas vestimentas de variados colores, de formas poco aerodinámicas y haciendo muchas burbujas. El espectáculo está servido: las gambas, langostas y bogavantes aplauden desde su refugio; los sargos y las doradas se acercan sin inmutarse simulando la casualidad del encuentro; un grupo de bailarinas españolas y liebres de mar danzan junto a las castañuelas al ritmo de un mar de fondo amenizado por unas ostras y almejas; el más viejo de todos con sus 8 tentáculos gesticula esperando que los nuevos inquilinos del mar contribuyan con respeto a la conservación y protección de su entorno maravilloso.

Los atunes son los más rápidos en abandonar el lugar mientras acaban la consumición de mar de cava. Unas lubinas se refrescan en una termoclina, mientras la brigada de limpieza de salmonetes recoge los desperdicios abandonados. Ya de vuelta, un grupo de salpas, dando tumbos y con una resaca increíble preguntan a las estrellas y nudibranquis el camino de vuelta al espectáculo y ellas contestan que se dirijan hacia el fondo a la derecha.

El fondo a la derecha nunca se acaba; es la ventaja del mar. Su inmensidad y grandeza nos hace ver los grandes acuarios como simples peceras. Las salpas siguen hacia el fondo donde los colores se pierden, salvo por la iluminación de focos y linternas de los que nos sumergimos para ser los protagonistas del espectáculo.

Los colores aparecen donde no estaban antes, gorgóneas amarillas, rojas y naranjas entre las grandes paredes verticales del fondo marino.

En cada cavidad iluminada aparece un color diferente: los pequeños nudibranquis lilas y azules eléctricos se exhiben con sus tatuajes y dibujos diseñados en su piel; los crustáceos se pasean entre sus escondrijos con tonos rojizos y naranjas; las esponjas y algas recubren las rocas dándoles la belleza aterciopelada deseada; las morenas moteadas y los congrios diferencian sus bellas tonalidades; y, los sargos y doradas reflejan la luz de los focos y brillan hasta desaparecer en el fondo.

El fondo se dibuja oscuro, gris y de formas ovaladas. La sensación de adentrarse en lo desconocido hace aumentar los índices de adrenalina como si fuera la primera vez, a pesar de ir menos nerviosos y más seguros pero con el mismo respeto a lo desconocido.

Las salpas no se ven ni por casualidad y nosotros, con nuestros ruidos burbujeantes continuamos la aventura en las profundidades.

El silencio es diferente, la luz del sol se difumina, el gorgoteo y movimiento de los peces no se dibuja tan nítidamente como en la superficie, los movimientos son lentos y la inquietud nos invade por momentos, pero, la experiencia suple la indecisión y predomina la seguridad.

Como grandes mamíferos disfrutamos del privilegio de las profundidades sin rebasar el límite permitido. En grupos de dos en dos avanzamos hacia el acantilado de gorgóneas multicolores. El descenso es lento y seguro. La sensación de la bajada en vertical resulta una experiencia única y relajante mientras se desciende disfrutas del paisaje; de sus formas y colores; de animales y plantas.

El agua transparente hasta que la vista decida no serlo nos da la garantía de una buena orientación. Con prudencia y cautela avanzamos hacia la pared contraria a la del descenso que nos muestra otras maravillas escondidas: una cavidad oscura y grande que duplica nuestro tamaño y nos invita a introducirnos sin presentación.
Nos reclama la necesidad de explorar lo desconocido y sin arrastrarnos por el fondo nos introducimos en la oquedad iluminada por haces de luz de nuestras linternas y focos.

Aquí el eco de las burbujas nerviosas buscando como escaparse nos indica que no hay salida en dirección vertical. Seguimos adentrándonos hacia el interior donde crustáceos, langostas, congrios y morenas se refugian a nuestro paso y los chasquidos en los escondites de los animales nos indican que nos observan al pasar.

Sin perder de vista la entrada nos recreamos del capricho de la naturaleza sin prisas y con decisión, abandonamos la oscuridad hacia el exterior que se percibe como un gran ojo que nos mira, nos espera, y que nos recibe indicándonos el camino de vuelta.

Subimos lentamente, mientras las burbujas van aumentando de tamaño en su acelerado ascenso hasta acariciar la superficie y confundirse con el aire.

Seguimos descubriendo nuevas sensaciones hasta llegar a una cota de poca profundidad donde reconocemos espacios, formas y mismos inquilinos que al descender descubrimos.

La claridad se hace patente y más nítida. Es un espacio abierto de grandes dimensiones donde los rayos del sol nos guiaron hacia el fondo y ahora nos guían hacia la salida.

El arco iris de vida y colores se muestra casi en la superficie, donde el espejo del agua nos dibuja el perfil de otra vida y nos hacer recordar el privilegio de sumergirnos. De no olvidar lo que somos, de cómo y con qué medios y mecanismos modernos es posible nuestra corta permanencia en el fondo, si perder el respeto al entrañable amigo, el mar.

Y al emerger, casi como un ritual, miramos por última vez el fondo para agradecerle que nos acoja en sus aguas y deseando que con la experiencia adquirida podamos trasmitir a las generaciones futuras nuestro amor y buen hacer para que su preservación sea una realidad y así poder corresponderle con el mismo trato que él nos ha dado.