miércoles, 30 de septiembre de 2009

48. EL SECRETO DE LA MAR

Malpica, un pueblecito gallego perteneciente a la comarca de Bergantiños y dentro de “La Costa da Morte”, donde antiguamente utilizaban la pintura que sobraba de los barcos para pintar las casas y donde siempre pasada la media noche del día veintitrés de Junio, los habitantes se disponen a celebrar la noche de San Xoán , en la que se les atribuye protección y buena suerte al hecho de saltar nueve veces una hoguera, además de llevar a cabo numerosos rituales como hacer una “queimada” para ahuyentar a los malos espíritus.
Aquella noche mágica de San Xoán, una joven llamada Uxía se disponía a saltar las olas nueve veces para aumentar la fertilidad y pedir que el hijo que traía en sus entrañas naciera sano y fuerte.

Justo cuando Uxía iba a saltar con ánimo la última ola, de repente notó una fuerte punzada en su vientre, la joven pedía auxilio sin cesar, pero nadie acudió en su ayuda debido a aquella algarabía.
Uxía retrocedió unos pasos hacia la orilla y cuidadosamente sin perder la calma se recostó en la orilla donde dio a luz a un niño hermoso y blanco como la espuma del mar, en ese mismo instante rompió una ola briosa y espumosa que llegó hasta la orilla donde alcanzó al recién nacido y lo arropó cariñosamente con su esponjosa manta blanca.
Fue en ese instante cuando el niño comenzó a llorar y cuando Uxía se dio cuenta de que su hijo y La Mar habían estrechado un vínculo muy fuerte.
Aquella noche sería la última durante muchos años en la que la mar estaría brava.
El pequeño Xoán que así es como su madre le nombró, lloraba si no dormía acompañado del sereno sonido de las olas, de esta manera, Uxía se vio obligada a comprar una casita junto al muelle. Desde entonces en el pueblo creció el rumor de que el pequeño Xoán estaba hechizado por La Mar.
Xoán creció siendo un niño solitario, apenas compartía sus juegos con los demás niños del pueblo, únicamente se divertía buceando y escudriñando los rincones más recónditos y maravillosos de la zona.
La Mar continuaba tranquila desde que el pequeño Xoán vino al mundo hasta que un buen día su cuerpo se transformó en el de un hombre alto y esbelto, las facciones de su rostro se endurecieron dejando en el recuerdo aquel risueño rostro pueril.
Era el joven más guapo y deseado del pueblo, pero Xoán no tenía más ojos que para La Mar, pasaba los atardeceres sentado en el muelle contemplando ese azul intenso que le cegaba los ojos.
Se acercaba el décimo octavo cumpleaños de Xoán y su madre decidió regalarle un equipo de buceo que llevaba prometiéndole desde que apenas tenía ocho años.
Bien entrada la noche tras la quema de la hoguera, el joven Xoán decidió acercarse a la playa para disfrutar de un agradable paseo ya que era luna llena y la mar permanecía calmada y resplandeciente.
Una vez hubo terminado su paseo, Xoán decidió descansar sobre la arena para contemplar aquello que más amaba, en ese instante el oleaje comenzó a cobrar fuerza agitando con descaro los barcos anclados que se encontraban en el muelle.
Xoán contempló cómo una fina silueta emergía de las olas y se acercaba caminando cautelosamente hacia la orilla, gracias a la luz de la luna pudo observar a medida que se acercaba el delicado cuerpo de una mujer, apenas cubierta por un vestido blanco del que colgaban verdosas algas marinas, pero hermosa como una ninfa.
Sus cristalinos ojos azules se clavaron en los del joven Xoán y éste sintió por primera vez el fuego abrasador que nos hace desear.
- ¿Cuál es tu nombre? Le preguntó Xoán con voz temblorosa.
- Soy La Mar personificada y he venido para entregarme a ti, contestó ésta tajantemente.
Xoán decidió comprobar si aquello que decía era cierto y la besó suavemente saboreando sus carnosos labios, de esta manera adivinó que aquella hermosa mujer era verdaderamente La Mar, pues sus labios, su piel y sus cabellos estaban completamente impregnados de sal.
Xoán le confesó que durante dieciocho años la había estado esperando y que ella era la mujer que ocupaba su corazón. La mar, al escuchar estas palabras comenzó a embravecerse de amor y el oleaje se volvió fiero y amenazador.
De esta manera Xoán y La Mar se amaron durante toda la noche, La Mar lo amaba tanto que se negaba a separarse de él al amanecer.
Cuando llegó el alba ella se sumergió delicadamente en el agua y el joven Xoán cegado de amor la siguió como si estuviese hipnotizado.
El temible oleaje se apoderó de Xoán y fue arrastrado con fuerza hasta el interior del mar. La Mar ansiosa por hacerle suyo lo abrazó tan fuerte con sus olas que accidentalmente lo terminó ahogando.
Aquella madrugada del veinticuatro de Junio, fue la más triste que vivió el pueblecito de Malpica, los habitantes se quedaron tan consternados por la muerte del joven vecino que el miedo se apoderó de ellos y decidieron no disfrutar de las hermosas y rebeldes aguas gallegas durante una temporada.
La melancolía se adueñó de la señora Uxía y se convirtió en una mujer solitaria y antipática. Cada día bajaba al mar y se sentaba sobre una roca con la esperanza de que algún día regresara su hijo, pero la suerte de Uxía cambió cuando una de aquellas tardes en las que tenía por costumbre bajar a la playa, observó a lo lejos una pequeña barquita que la marea iba acercando a la orilla.
Uxía se preguntó qué traería aquella barquita y cuando estaba próxima a la orilla, ésta se adentró en el agua para acercarla con rapidez, fue en ese instante cuando escuchó el llanto de un bebé.
Uxía impresionada y a la vez curiosa miró dentro de la barca y observó que en el fondo se hallaba un bebé envuelto en unas mantas raídas, no dudó ni un instante en tomarlo en brazos y llevárselo para calmarle el llanto a la casita del muelle.
Una vez dentro de la casa, lo despojó de las mantas y pudo contemplar el rostro de una bella niña recién nacida. Uxía sabía perfectamente que se trataba de su nieta, fruto del amor de su difunto hijo Xoán y de La Mar, lo supo por el aroma a sal que desprendía y por esa piel blanquecina que heredó de su hijo Xoán.
Observó cada detalle del cuerpecito de la niña, y observó que sus manos tenían forma de aleta y su escaso cabello no eran más que finas algas verdosas, lo que le llamó bastante la atención y en ese momento supo que su nieta era una criatura muy especial y por lo tanto debía ser cuidada con mimo y esmero, ya que la gente podría despreciarla por ser tan diferente, así pues Uxía decidió mantener a su nieta en secreto para protegerla.
Marina que así es como su abuela la nombró, creció feliz en la casita junto al muelle, al igual que su padre, se trataba de una niña solitaria y ensimismada, era una excelente nadadora, pero tan sólo podía disfrutar de sus baños por las noches para evitar ser descubierta por algún habitante del pueblo.
Durante el día, Marina ayudaba a su abuela en las tareas del hogar, pero Marina sentía una curiosidad inmensa por el mundo exterior, ella deseaba ser una niña como las demás y poder nadar a cualquier hora del día sin la necesidad de esconderse.
Una mañana, cuando terminó sus labores, Marina se asomó a la ventana de su cuarto y observó un día tan soleado que decidió desobedecer a su abuela bajando a la playa a la hora prohibida.
Cuando se zambulló en el mar, Marina se sintió tan libre que comenzó a nadar sin rumbo durante tres horas, Marina asombrada porque nunca había visto nada parecido, decidió salir del agua para inspeccionarla, fue en ese momento cuando escuchó un fuerte grito de auxilio.
Marina sobresaltada miró a ambos lados pero no vio a nadie.
- ¡Por favor auxilio! volvió a escuchar, Marina nadó a la velocidad de un rayo bordeando la isla.
Al cabo de unos minutos divisó a un niño que parecía tener su misma edad, luchando briosamente contra las olas.
- ¡Tranquilo, yo te salvaré! gritó eufóricamente Marina a medida que se acercaba, pero el niño no pudo resistir más y se dejó vender por el malvado oleaje. Marina asustada se sumergió en el agua y lo asió por la cintura para sacarlo a la superficie.
Una vez que logró acercarlo a la orilla, le realizó la respiración artificial y de esta manera, el niño abatido por el esfuerzo de intentar salvarse expulsó el agua que había tragado.
Cuando éste hubo recobrado la respiración, Marina le preguntó sobre lo ocurrido.
- Mi sueño es poder convertirme en un excelente nadador y decidí probar en estas aguas, pero como sabes son bastante peligrosas, dijo el niño todavía un poco aturdido.
- Me parece buena idea, pero deberás comenzar tus entrenamientos en otras aguas más tranquilas.
- ¿ Vives cerca de esta isla? Preguntó el niño con curiosidad.
- En realidad no, vivo en un pueblecito llamado Malpica a bastantes kilómetros de aquí.
- ¡ Qué raros son tus cabellos y tus manos! Exclamó el niño asombrado.
- Lo sé, mi abuela dice que me parezco a las sirenas de las antiguas leyendas, por cierto me llamo Marina.
- Yo soy Xurso, vivo cerca de la isla ¿te apetece venir a almorzar a mi casa?
- No gracias, debo regresar a mi casa, dijo Marina tímidamente.
- Supongo que volveremos a vernos un día de estos, dijo el chico esperanzado
- Quizás……
Xurso arrancó el motor de su lancha y comenzó a navegar mientras se despedía de Marina con la mano.
Cuando Marina regresó a Malpica, su abuela la esperaba impaciente en el muelle
- ¡Dónde demonios estabas Marina! Exclamó Uxía enfadada y a la vez nerviosa.
- Lo siento mucho abuela, necesitaba salir ¡No comprendes que no puedo vivir prisionera entre cuatro paredes! Exclamó Marina con tono vehemente.
- ¡Pero niña! ¿ No tienes idea de lo preocupada que estaba? No olvides nunca que eres un secreto y las personas pueden hacerte daño, ya perdí a tu padre y por nada del mundo desearía perderte a ti también.
Marina corrió hacia los brazos de su abuela y con lágrimas en los ojos le prometió que jamás volvería a desobedecerla.
Pasaron diez dulces veranos y Marina se transformó en una hermosa jovencita que contaba dieciocho años, lucía una cabellera larga y ensortijada de algas verdosas y brillantes.
Fue una tarde aburrida de otoño, cuando Marina subió al desván y tropezó con una caja de cartón polvorienta, decidió abrirla con cuidado y en el fondo halló un equipo de buceo sin estrenar.
- ¡ Abuela! gritó Marina entusiasmada
- ¿ Qué ocurre cariño? Preguntó ésta mientras se disponía a subir las escaleras.
- ¡mira lo que he encontrado!
- Recuerdo que tu padre tenía tu edad cuando le regalé este equipo por su cumpleaños, pero murió antes de que pudiera estrenarlo
- Abuela, lo siento mucho.
- No te preocupes niña, ahora podrás estrenarlo tú, pero siempre y cuando lo utilices a las horas permitidas.
Cuando comenzó a ocultarse el sol, Marina decidió estrenar su equipo, las aguas permanecían tranquilas y podía observar con claridad el maravilloso mundo submarino, Marina se acercó a un arrecife de corales para contemplarlo de cerca cuando se topó con un par de submarinistas que a través de gestos se saludaron cortésmente, cuando hubieron terminado de inspeccionar la zona, ascendieron lentamente hacia el barco y Marina les acompañó.
- Hola, yo soy Manuel y este es mi hermano Moncho, dijo mientras se despojaba del traje de neopreno
- Mucho gusto, me llamo Marina.
Se entretuvieron un rato, pero Marina era consciente de que debía regresar a casa, pues no deseaba volver a disgustar a su abuela, Marina hizo amago de despedirse, pero Moncho, uno de los hermanos la tomó del brazo para observar detenidamente su mano.
- Lo siento Marina pero debes acompañarnos.
- ¡No puedo! exclamó ésta con voz temblorosa.
Marina se dispuso a saltar del barco, pero Manuel se lo impidió, mientras Moncho le intentaba inyectar un calmante, la pobre Marina comenzó a perder el conocimiento y se desvaneció.
A la mañana siguiente Marina despertó convaleciente, rápidamente se incorporó e intentó levantarse pero notó que apenas podía moverse puesto que se encontraba atada a la cama. De pronto escuchó unos pasos cerca de la habitación donde se hallaba.
- ¿Cómo está nuestra especie exótica? preguntó una voz seria y ronca.
-Continúa dormida, recuerda que le inyectamos un calmante para delfines
-Muy bien, hemos de analizar lo antes posible la composición de sus cabellos, desconozco ese tipo de algas, aunque lo más importante son esas aletas que tiene por manos, si conseguimos que la chica respire bajo el agua como si fuera una sirena, nuestro parque se llenará de curiosos que pagarán por ver esta única especie.
- No se hable más, avisa a Xurso para que comience a realizar las pruebas.
Marina al escuchar esas palabras sintió cómo el miedo se apoderaba de ella, aquel fue el momento en el que comprendió que la excesiva preocupación de su abuela por protegerla era necesaria. Unos minutos después un joven desaliñado y ataviado con una bata blanca entró en la habitación, se acercó a la cama para examinar a la paciente e involuntariamente se fijó en ese cabello que le resultaba tan familiar.
- ¡ Marina! pero….¿qué haces aquí?, preguntó el joven balbuceando por el inesperado encuentro
- Perdone, pero no lo conozco, contestó Marina con un hilo de voz.
- Soy Xurso ¿no me recuerdas? Cuando tenía ocho años me salvaste la vida
- Claro que te recuerdo, has cambiado mucho. Ahora te toca a ti salvarme la vida, has de sacarme de este lugar, creen que soy un extraño animal marino y planean convertirme en su fuente de ingresos.
- Lo sé, mi padre y mi tío son los dueños de este parque, estudiaron biología marina y decidieron montar este negocio, pero tranquilízate porque esta noche le diré a mi tío Moncho que vendré a vigilar a los delfines, ya que últimamente se comportan de un modo extraño. Te recogeré a eso de las cuatro de la madrugada y te llevaré de regreso a tu hogar.
- Gracias, musitó Marina con lágrimas en los ojos.
Xurso se acercó a ella y le susurró al oído: “gracias a ti bella sirena por salvarme la vida” y acto seguido le regaló un cariñoso beso en la mejilla.
Marina permaneció toda la tarde en aquella sórdida habitación esperando impaciente la llegada de Xurso, aún se ruborizaba al recordar las palabras que el joven le había susurrado al marcharse.
El sol se ocultó para dejar el protagonismo a la luna y unas horas más tardes Xurso se dirigía a la habitación de Marina.
- Es tarde, debemos apresurarnos musitó Xurso nada más entrar en la habitación.
La desató con cuidado y la llevó en sus brazos hasta el barco tal como habían planeado.
Durante el largo trayecto , ambos se intercambiaban intensas miradas de complicidad, Marina por una parte deseaba finalizar el viaje lo antes posible para ver a su abuela, pero por la otra estaba tan feliz al lado de Xurso que a veces sentía impulsos de tomar el timón y cambiar de rumbo.
Una vez que el barco ancló en el muelle, Marina corrió agitadamente hacia la casa de su abuela.
- ¡ Abuela! gritaba sin cesar
- ¡Mi niña! exclamó la abuela sin aliento que se encontraba recostada en el sofá.
- Abuela, este es Xurso, él me liberó, su padre y su tío poseen un parque acuático y aquella tarde en la que salí para estrenar el equipo de buceo de papá me capturaron creyendo que era una especie marina exótica, he pasado mucho miedo, pero esta experiencia me ha hecho abrir los ojos y he descubierto que realmente debo ser un secreto.
- Pues yo creo que ya no debes continuar ocultándote Marina, afirmó Xurso con tono protector.
- ¿ Por qué? preguntó la joven impresionada por sus palabras
- Me gustaría permanecer a tu lado el resto de mi vida para poder protegerte siempre y cuando estés de acuerdo.
Marina radiante de felicidad se acercó al joven y lo besó apasionadamente.
Desde aquél maravilloso día, los habitantes de Malpica supieron de la existencia de Marina y le organizaron una fiesta en su honor, Xurso y Marina vivieron felizmente en una casita que la abuela Uxía les había comprado como regalo de boda, con el paso del tiempo, ambos decidieron crear un Club de natación para niños en el que Marina se encargaba de las clases.
Así pues, Marina fue una mujer conocida y respetada por el resto de sus días y no sólo por la protección de su esposo, sino por el coraje con el que la joven se enfrentó a la vida.