miércoles, 3 de junio de 2009

31. LA BUZA NOVATA.

Después de entrar en el maravilloso mundo de las hipotecas, me siento mal, estresada, triste…, como quiero darme un premio por ser tan valiente y atarme a un banco durante el breve periodo de veinticinco años, me apunto a un bautismo de buceo, ¡hala!
¿Y qué mejor fecha que el 31 de diciembre? Va a ser un regalo magnífico, siempre he soñado con ser una intrépida reportera submarina que se enfrenta a gigantes octópodos, ferocísimos tiburones, malvadas medusas…
Me dicen en el centro de buceo que como soy novatilla y el agua está a punto de congelación me van a dejar un traje seco de neopreno (palabras textuales de las que no entiendo nada), digo, -mira que genial, saldré tal y como he entrado, igual con suerte me dura el pelo de peluquería que me he traído para nochevieja. Ay, ingenua de mí… Me pongo mi mejor bikini y me traen el mono ese, en la vida había visto un traje tan tieso, parecía que venía andando solo, amenazadoramente hacia mi, uf, tenía que haber creído en su amenaza.
Empiezo a ponérmelo, meto las dos piernas y… ya está, no sube ni loco, miro a los demás y veo que todos andan saltando dentro del traje y pienso: ¿y si en lugar de un club de buceo estoy en el vestuario de los toreros? Busco alrededor algún monosabio que me ayude con el traje, un buzo galante viene hacia mí y estira y estira hacia arriba, misión imposible, me siento gorda y miserable, veo al buzo ponerse sucesivamente, blanco, anaranjado, violeta… y zas, entro en el traje al fin.
Empiezan a enseñarme los mil y un aparatitos que necesito para bucear:

- Regulador: que es como una especie de micrófono con gomas de butano.
- Chaleco. Ser ortopédico, duro, sin mangas, lleno de bolsillos cerrados, bastante pesado y que me va gigante, tiene el complemento de mil tiras de licra y enganches que no tengo ni idea de dónde se abrochan.
- Gafas con tubito, bien, algo conocido, me siento más segura, recuerdo su utilidad en la playa de Salou, para ver por debajo del agua y no tropezar entre millones de piernas.
- Escarpines, especie de calcetines con suela que al no tener de mi número en el club, andan coagulándome la sangre del pie.
- Aletas, inmensos plásticos, para que los peces puedan comparar lo torpes que somos imitando a la naturaleza.
- Plomos, hierros cuadrados unidos por una cinta, supongo que para sumergirte y no flotar nunca más.
Como soy novata, novatilla me dicen que ya no necesito nada más pero que cuando haga el cursillo, necesitaré muchos más utensilios como, ordenador (pregunto ¿pc o Macintosh?) cuchillo (¿ah pero se descuartizan a los pobres peces abajo?) linterna (mira, eso me hace gracia, igual tengo que hacer de acomodadora y todo)… y eso de lo que entiendo, porque no veas qué palabras, qué giros, qué idioma, vamos, que no me entero de nada de lo que hablan los otros buzos, es una jerga criptográfica…¿Cuándo viniste del rojo? (pienso…debió estar en China), ¿Qué tal el T-black descubapro? (este debe ser un rumano descubridor) ¿hiciste el dive master por fin? (¿será profesor de filología inglesa?). Supongo que será para ahuyentar a ingenuos aspirantes y conmigo, casi, casi lo consiguen, pero no, yo soy fuerte, y mi decisión de ser una gran buza es firme.

El consabido club de buceo está a unos quinientos metros de la zodiac que nos va a llevar, así que me hacen un petate inmenso que casi no puedo levantar y me dicen que vaya allí, a veinte metros ya ando agotada, me consuelan diciendo que luego tengo que ir a buscar las botellas, digo, - bueno por lo menos beberemos algo. Pero no, que va, cuando llegamos a la lancha, después de confundirnos tres veces de andalán o como se llame eso, volvemos al club y nos dan dos bombonas que no puedo ni levantar. Mi cara de desesperación debe ser inmensa, pues un buzo bueno me ayuda con ellas, embarcamos. Al fin, ya llega la aventura.
Y tanto…, llevo el traje a mitad de poner, luzco mi preciosa parte de arriba del bikini, el viento me da en la cara, para ser diciembre hace una tarde bonita, miro a los demás, andan sonrientes y con su lenguaje criptográfico,
Empezamos a salir de las tranquilas aguas del puerto, empieza a hacer frío, voy abrochándome las cremalleras del aparatoso traje, al llegar arriba veo que tengo que meter la cabeza por una especie de raja…, imposible, no me cabe, me ayudan entre todos y al final sale por ahí, adiós a la peluquería, bueno es igual, tampoco hay que ser tan mística.
Esa goma maldita del cuello empieza a ahogarme, dejo de respirar por unos instantes, mi color se vuelve violeta. Con la mano, intento agrandar el cuello y que me entré el oxígeno y ahí estoy cuando noto que tengo ganas de mear, consulto, con los buzos vecinos y me dicen que me tengo que aguantar, que no piense en ello, pero la cosa va a más y más, pregunto al dueño del club, me mira con cara de odio, supongo que piensa en su traje seco que se va a convertir en humedísimo. Por respeto a él, no lo hago, pero mi vejiga se hincha muchísimo, parece que voy a reventar y en esas estamos cuando el mar se empieza a cabrear, la zodiac, va dando saltitos por las olas y mi estómago con su vejiga flotante piensa que está en el Dragón Khan, todo me da vueltas, ahora tengo dos puntos de contención: abajo y arriba, como abajo no me dejan usarlo, decido que voy a vomitar, por lo menos algo de peso me quito. Mis compañeros criptográficos, me dicen para que me anime cosas simpatiquísimas como que estoy dando de comer a los peces, que mire la línea del horizonte, que me debería haber puesto un esparadrapo en el ombligo o un garbanzo… a mí me hacen una gracia inmensa y entre arcada y arcada pienso si alguna vez habrán probado los dulces pececillos la comida japonesa y si no se sorprenderán de comerse a sus congéneres después de haber pasado por mi estómago.

Me quedo más aliviada, y en ese momento llegamos al punto de la inmersión, si antes la zodiac cabalgaba las olas como un corcel, ahora es todavía peor, vuelvo a marearme mientras mi mentor me explica todo lo que vamos a hacer, como me ve un cierto color verde, decide hincharme el traje, encajarme las aletas de rana y tirarme al agua, dice que allí me vestirá. ¿Aun me van a poner más cosas? No sé si podré soportarlo. Caigo al agua como un muñeco michelín, podrían asesinarme o violarme en ese momento, no haría nada por defenderme. Cual globo sonda, ando alejándome del barco así que me gritan que me agarre a un cabo y allí estoy a la merced de las olas, noto que cae cerca de mi cabeza el chaleco con una pesada botella fosforito, después cae mi monitor, me viste cual princesa, primero intenta ponerme el chaleco lleno de cintas que enredadas como nudo marinero se me van liando por brazos y piernas, plomos, gafas que yo coloco en la cabeza y se van navegando hacia Ibiza. El pobre me mete mano por todos los sitios para poder ajustar semejante desbarajuste, si hubiéramos estado en tierra ligando en una discoteca le cae una bofetada de impresión, pero allí era muy agradable que una mano amiga me atase todo el látex y neopreno de forma correcta, allí estaba yo esperando que al final sacase el látigo para hacer nuestra sesión Sado cuando veo que empieza a hacerme señas para bajar por una cuerda. Yo le hago caso como dócil alumna que soy y por primera vez miro a mi alrededor, ¡ayyyy que bonito!, veo una roca llena de colores y más colores, una estrellita de mar regordeta que enfoca mi tutor con la linterna, una sensación de ingravidez que no la tenía yo desde que era feto dentro de mi mamá, unos ojos azules los de mi profesor preciosos un... pitido inmenso en mis oídos -aaaaah, ahora me acordaba de algo que en el barco me explicaba mientras yo andaba pensando en mi vejiga: -Cuando empieces a tomar profundidad tienes que compensar. Se debía referir a esto y yo creyendo que tenía que tener el mismo peso compensado a un lado y al otro y venga a equilibrarme el cinturón para que los pesitos estuvieran simétricos. ¡Qué dolorrrrr!, el pobre hombre venga a hacerme gestos para ver si estaba ok y yo saliendo disparada como un cohete hacia arriba, me perdió del campo de visión en un momento, era igual que volar en un comic de superman, destino kripton, subió detrás de mí maldiciendo la torpona que le había caído como aprendiz. Los que estaban en la zodiac, al ver mi cara descompuesta, me ayudaron a subir cogiéndome cual atún y soltándome en el suelo con un ruido de ventosa, sólo me faltaba que me quitaran el arpón y me enlataran.

Y así, esperando y desesperando con mi malestar a todos mis compañeros de inmersión, anocheció, se trataba de hacer una segunda inmersión para los expertos y después una mini cena allí y celebrar la entrada del nuevo año, yo me quede en la barquita mirando cómo se divertían el resto de mis compañeros y a la hora clave todos subieron y uno de ellos repartió las uvas, mojados y con cara de felicidad empezaron a comérselas al romántico sonido de un hierro contra una botella amarilla. Y yo, como no podía ser menos, vomité doce veces al compás, tan.., tan.., tan.., tan…, empezando mi vida de buza con una limpieza interior que ya la querría para sí mi eminentísimo profesor de yoga. Y que conste que no debe de ser tan malo empezar enero así, vomitando las uvas, ya que ha sido un año muy feliz en el que ya me voy enterando de todos los artilugios que me parecían marcianos y voy disfrutando alucinada de la belleza e ingravidez lunar que me produce volar bajo el mar.