martes, 30 de junio de 2009

34. MI CORAZÓN TIENE ESCAMAS.

-Son las cuatro de la tarde, mi padre salió a pescar bien temprano señores y todavía no ha vuelto, andamos mi madre y yo muy preocupados. ¿Podrían ustedes cuatachos, salir en su busca? Yo, aunque soy un chamaco les acompaño.
Así rogué a los cofrades de mi padre que lo salieran a buscar y lo conseguí, no me dejaron ir con ellos, sólo tengo doce años, impacientes nos quedamos mamita y yo en la orilla de Puerto Juárez, paseábamos de un lado a otro de la playa, nuestras huaraches se desgastaban, llorábamos, rogábamos a la virgen de Guadalupe que dieran con su barquita, nos abrazábamos, se nos quemaban los ojos de tanto mirar al horizonte, al final como en un puntito vimos aparecer a los compadres y esto es lo que nos contaron:
Dieron mil vueltas por la zona por donde solía pescar mi padrecito, miraban en todos los puntitos cardinales buscando algo sólido entre el mar, andaban desesperados, hicieron de todo los pobrecitos, hablaban con su celular con el puerto a ver si lo habían visto otros cayucos, sonaron sirenas, encendieron focos, caía el chipi-chipi del cielo mientras rogaban a los Aluxes, lanzaron fuegos de artificio, gritaron, nada…
De pronto vieron algo inmenso que se movía, muchos tiburones con bocas inmensas que tragaban agua. Tuvieron miedo de que zozobrase la embarcación pero se acercaron hacia ellos con cautela, contaron 1, 2, 3… hasta 15 tiburones ballena se concentraban en una zona y subían y aspiraban agua con plancton y bajaban, al fijarse más apreciaron que en medio del círculo había algo anaranjado; era mi padre con su chalequito reflectante, andaban los pececitos protegiéndolo, su barquichuela se había rajado y ellos lo rodeaban indicándoles a los pescadores el centro.., le hacían compañía. Mientras nos acercábamos, conseguimos subirle a bordo y aunque dolorido y requemado estaba todavía con vida, los gigantes tiburones ballena en cuanto vieron que estaba a salvo desaparecieron, volvieron a sus profundidades, ya habían cumplido con su misión.
Y allí tapado con una cobija andaba mi buen padrecito, lloraba, llorábamos…, cuando pudo decir unas palabritas fueron estas: Mi preciosa chava, mi pequeño chavito, nunca volveré a pescar. Mi corazón no podrá ya nunca rematar a quien la vida me salvó.
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El tiburón ballena (Rhincodon typus), que puede llegar a los 20 metros de longitud, 35 toneladas de peso y vivir más de 100 años, puebla el planeta desde hace sesenta millones de años. Es ovovivíparo, albergando hasta 300 huevos y alcanza la madurez sexual a los 9 metros o 30 años de edad. No se sabe mucho sobre su reproducción, se ignora aún cómo es la eclosión natural, así como gran parte de su ciclo vital. Suele aparecer allí donde ha habido un naufragio o un accidente en alta mar, hasta el punto de que los marineros creían que él era el causante. Pero no es así. El tiburón ballena se alimenta de plancton y pequeños peces, es totalmente inofensivo y hasta “cariñoso” con el hombre, pese a que en algunos lugares aún es presa de sus arpones.