miércoles, 11 de noviembre de 2009

84. EL DESCUBRIR DE UN NUEVO MUNDO.

Mi inicio en el buceo llegó de forma inesperada.
Un día a mi novio no se le ocurre otra cosa que decirme que me va a llevar a un lugar, pero no me quería decir dónde y yo ya me esperaba algo raro, raro, raro.
Me plantó en la escuela de buceo de bruces y me dijo que aquí comenzaba mi aventura en el buceo, que me sacara el Open Wáter y empezara a bucear lo antes posible porque él quería volver al rojo, de donde me había enseñado fotos. Me pareció apasionante el espectáculo natural que ofrecían sus aguas.

Él hace años que bucea y tenía ganas de que yo aprendiera para que fuéramos juntos al agua. A mí también me apetecía pero era una de esas cosas que vas dejando, va pasando el tiempo y nunca ves el momento, así que se adelanto al posible hueco que yo le iba a hacer en mi agenda y me plantó en las clases sin yo esperarlo.
Siempre me ha gustado la piscina, y nadar me encanta pero soy muy miedica y hay que darme mi tiempo para que me relaje y se me pase el susto.
En las inmersiones que hice en la piscina durante el curso me costó al principio lo de expulsar el agua de las gafas, hasta que lo pensé bien y me dije “solo es agua, sigues respirando y ya sacaras antes o después el agua, relájate”. Os puede resultar de risa que tuviera miedo de algo así, pero es que ya dije que soy un poco miedica… ¡si una vez me hizo un video mi novio porque estuve diez minutos para saltar un rio que no media mas de un metro...! vamos, que me lo pienso todo mucho, demasiado dice él.
Bueno, el caso es que iba acojonada el día que toco la inmersión en el mar, aparte de que aunque soy muy grande la botella ¡como me pesa...ufff…! Pero allí estaba yo, hoy era el gran día después de varios lloros por lo hecha polvo que acabé después de las sesiones de piscina.
Hoy me atreví a ir a la playa, había pensado hacerme la enferma pero claro eso era muy infantil, había que ir, sabía que podía hacerlo.
Fuimos a Tossa a hacer la inmersión a tirarnos de barca, éramos un grupo de unos 12 y fuimos saltando uno a uno. Yo me sumergí agarrándome a la cuerda del ancla al principio poco a poco, pensaba que sumergirme muchos metros me daría miedo pero no fue así, de hecho una vez estas dentro quieres bajar más y más y el miedo da paso a la curiosidad.
Había microclimas y me iba moviendo buscando el calorcito y donde más peces veían mis ojos. No me podía creer la diversidad que veía junta ¡Qué bonito!
Nunca me gustaron las peceras porque me daban pena los peces, verlos casi sin espacio haciendo una y otra vez el mismo recorrido y ahora estaban en un mar inmenso donde podían ir a sus anchas de un lado al otro, era fantástico.
Los colores del fondo eran tan hermosos que me recordaban a la luz de los cuadros de Velázquez y me sentía como si estuviera descubriendo un nuevo mundo donde nadie hubiera estado. Si, ya sé que no era la primera en verlo, pero es que allí dentro es tanta la paz que es imposible sentirse estresado o agobiado y los ojos se te ponen como platos porque te gustaría tener mas campo de visión para no perderte detalle. Pensé que mi novio estaría preocupado por mi primera inmersión y me seguiría de cerca pero que va, iba con la cámara de fotos buscando la imagen que perduraría en el álbum para siempre y bien que hacía porque mi memoria no es muy buena y así luego lo veríamos todo.
Hicieron tanda para hacer foto a un nudibranquio y cuando le toco a la última del grupo le dio por hacerle la foto y después chafarlo. Pues se le puso el dedo hinchado y aquello le dolía un montón. ¡Quién le manda tocar nada! Hay que ver, mira que nos lo había dicho el profesor de buceo, que no había que tocar si no se sabe lo que se hace... y sobre todo respetar al máximo lo que encontremos, ¡pues vaya! la chica tuvo su escarmiento y por lo visto ya no toca nada, según me han dicho no le quedaron ganas.
La experiencia resultó fantástica y tengo ganas de recorrerme todos los mares que el presupuesto me permita, eso sí, respetando el entorno y estudiando lo que me voy a encontrarme por el camino para no llevarme sorpresas. El profesor de buceo cuando lo veo no para de tentarme para ir a seguir descubriendo este mundo subacuático, le pienso hacer caso y para la siguiente inmersión me apunto.
¡Nos vemos allí abajo aventureros!