Marcial era un gran aficionado al buceo, y cada vez que su trabajo se lo permitía se iba a las costas de Garraf o a las de Calafell, en el litoral catalán, para practicar su deporte favorito.
Su otra afición importante era el senderismo. En compañía de Andrés, un vecino de la urbanización donde tenía la casa, recorrían juntos los numerosos caminos, senderos y veredas que cruzan el Garraf y el Ordal, los dos macizos montañosos más próximos a la urbanización donde ambos tenían sus viviendas.
Hacía un día estupendo aquél veintiocho de octubre, cuando Marcial llegó a las costas de Garraf, entre Sitges y Vilanova. Aparcó su coche al lado mismo de las rocas y se puso las gafas, el snórkel y las aletas. En esta ocasión no se puso el traje de neopreno porque el agua no estaba nada fría, a pesar de que era pleno otoño.
Con su equipo de buceo colocado, el cuchillo en la funda sujeta a la cintura, y el fusil submarino en la mano derecha, se arrojó al agua y estuvo nadando unos minutos observando el fondo marino, que allí tendría unos ocho o diez metros de profundidad.
Se acercó a la pared rocosa y vio varios pulpos asomando por entre las piedras, pero consideró que el tamaño de los cefalópodos era algo pequeño para lo que él tenía como norma pescar, al menos dos kilos de peso, de modo que siguió haciendo inmersiones y subidas a la superficie por espacio de media hora más.
Decidió desplazarse un poco del lugar que estaba y explorar los alrededores al tiempo que bajaba a unos quince metros, donde descubrió una entrada bastante amplia de lo que a primera vista, parecía ser una cueva de regulares proporciones.
Con el fusil preparado se adentró en aquella oquedad. Alternando las subidas a la superficie en busca de aire, con las inmersiones, fue entrando cada vez más en la gruta. Peces de muchas clases se arremolinaban a su alrededor. El agua estaba transparente, y Marcial estaba fascinado por la amplitud y belleza de aquella cueva.
Ahora lamentaba no tener a mano un equipo de submarinismo apropiado para poder explorar a placer aquel sitio.
De pronto, y cuando acababa de bajar de nuevo de coger aire, un inmenso tentáculo salió de uno de los huecos de la pared rocosa. Antes de que pudiera reaccionar y defenderse con el rifle, aquel enorme brazo lo tenía rodeado por la cintura y lo arrastraba con fuerza hacia la pared.
El hombre, a pesar de la sorpresa que le produjo verse atrapado, no perdió la serenidad, y echando mano del cuchillo, trató de cortar el tentáculo o al menos herir al animal para que lo soltara.
En el corto espacio de un minuto, estuvo dando mandobles a aquel gigantesco brazo, pero con gran desesperación por su parte, veía que el animal no aflojaba la presión, a pesar de que el afilado cuchillo iba haciendo profundos cortes en la carne del aquel animal.
El aire se le estaba acabando. Necesitaba con urgencia subir de nuevo a la superficie para llenar sus pulmones del preciado oxígeno que tanta falta le estaba haciendo. Pero, ¿Cómo zafarse del abrazo mortal de aquél monstruo?
En los pocos segundos que pasó debatiéndose para liberarse del tentáculo que lo tenía aprisionado, desfilaron por su cabeza multitud de escenas de su vida: sus primeros días buscando trabajo recién llegado a Cataluña desde su Andalucía natal, las primeras pesetas que ganó en la fábrica y que envió casi en su totalidad a sus padres para que éstos vieran que había encontrado un buen empleo…, sus primeros escarceos amorosos en las salas de baile los domingos por la tarde, hasta que conoció a Andrea que andando el tiempo sería su mujer…
Despues, la decisión que tomó de establecerse por su cuenta y montar una pequeña empresa, que con el tiempo le resultó muy rentable, eso sí, trabajando muchas horas cada día, de lunes a sábado, lo que le permitió comprar primero el piso de Barcelona, despues la casa en la urbanización…Y ahora, cuando estaba próximo a jubilarse, pues ya había hablado con uno de sus empleados, muchacho joven y trabajador, para traspasarle el negocio, tener que acabar su vida de esa manera…
Tantos cortes y pinchazos dio al tentáculo que el animal fue aflojando la presión, y cuando estaba a punto de perecer asfixiado, lo soltó. Marcial, reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban consiguió llegar a la superficie de nuevo, y llenar sus pulmones de aire.
Unos momentos estuvo parado en el agua, tratando de calmarse un poco y descansar de la terrible lucha que había tenido con aquella cosa, de la que en realidad solo había visto uno de sus brazos, pero todo indicaba que se trataba de un gigantesco pulpo o calamar, nada habitual en aquella zona, o al menos él no tenía constancia de que un animal tan grande hubiera sido visto por aquellos lugares. En aquél momento le vino a la memoria la extraordinaria narración que Verne hace de la lucha de los tripulantes del Nautilus, con el monstruoso pulpo que les atacó.
Para poder respirar mejor se quitó las gafas de bucear y el snórkel. El fusil lo había perdido forcejeando con su enemigo, pero el cuchillo aún lo conservaba en su mano derecha. Sin embargo la pesadilla no había concluido todavía, pues el feroz animal no quería renunciar de ninguna manera a una presa que ya creía segura. Cuando empezaba a nadar hacia la orilla, sintió que una de sus piernas se enredaba en algo. Acto seguido, un fuerte tirón lo arrastró de nuevo hacia abajo.
Con espanto notó que el gigantesco pulpo, ahora si lo veía enteramente, lo había apresado de nuevo, esta vez por su pierna derecha y tiraba de él, arrastrándolo a su madriguera. Afortunadamente conservaba el cuchillo, con el cual empezó a apuñalar otra vez a la bestia, pero ésta no cedía y continuaba tirando, a pesar de las numerosas heridas que le había ocasionado el hombre.
A estas alturas, el pulpo sangraba con profusión y una gran mancha azulada empezó a asomar a la superficie del agua. Sin embargo no soltaba su presa. Los pulpos son unos animales muy resistentes y fuertes, que, como es sabido, tienen tres corazones, por lo que su vitalidad y energía son extraordinarias, y más aun en este caso dado el gran tamaño del ejemplar con el que nuestro protagonista había tenido la mala fortuna de cruzarse.
A todo esto, Marcial se había quedado sin aire de nuevo, por lo que necesitaba imperiosamente salir a la superficie, cuando notó que el animal aflojaba la tensión del tentáculo sobre su pierna. Haciendo un esfuerzo enorme, logró desembarazarse de la terrible ligadura y ascendió de nuevo para coger aire.
La gran mancha azulada que flotaba en el agua, alertó a los integrantes de una barca que estaba pescando en las proximidades, los cuales se acercaron rápidamente al lugar para ver de qué se trataba. Jadeando por el enorme esfuerzo realizado, consiguió hacer entender a aquella gente de lo que se trataba, cuando un nuevo tirón en el pie lo arrastró otra vez hacia abajo.
Dos de los pescadores, equipados con gafas, snorkel y aletas, y armados uno con un cuchillo enorme y el otro con fusil submarino, se tiraron inmediatamente al agua, y nadaron con brío hacia el lugar donde estaban el terrible depredador y su posible presa, que se esforzaba denodadamente por qué esa posibilidad no llegara a ser real.
El pescador que llevaba el rifle disparó su arpón, que fue a clavarse cerca de uno de los ojos del gigantesco molusco, mientras el otro le hundió el cuchillo repetidas veces en la cabeza, donde van alojados los órganos vitales del animal, y de esta manera el impresionante pulpo fue perdiendo fuerza y ascendiendo hasta la superficie, donde quedó completamente inmóvil en medio de una enorme mancha de azulada sangre.
Marcial, completamente agotado, salió del agua ayudado por los dos pescadores que tan oportunamente habían acudido en su ayuda. De no haber estado pescando esta gente por allí, con toda probabilidad no habría podido contarlo.
Tardó tres meses en recuperarse de los muchos golpes y hematomas que su encuentro con el pulpo le habían proporcionado. A partir de entonces no volvió a ir solo a bucear, pues había visto la muerte demasiado cerca, y un considerable respeto por el mar y sus peligros se había adueñado de él.
La noticia de su encuentro con el gigantesco molusco se propagó por todas partes, y le hicieron numerosas entrevistas en la prensa y en las cadenas de radio y televisión, de modo que su rostro se hizo popular en todo el país, y aun fuera de nuestras fronteras.
De este episodio hace ya más de veinte años, y todavía hoy, cuando alguien le recuerda aquel terrible día, Marcial no puede evitar que un estremecimiento recorra todo su cuerpo y que se le encoja el ánimo, al tiempo que una sombra de profundo temor acuda a su rostro.
FIN
lunes, 23 de noviembre de 2009
91. UN DÍA DIFERENTE
buceo inmersiones azul mar
Primera edición,
RELATO