Durante el curso de Divemaster, mi instructor siempre hizo mucho hincapié en la importancia de un buen “briefing” antes de cada inmersión y en ocasiones ocurre, que de algunas de estas explicaciones te acuerdas toda la vida. Es más, puede que para rememorar aquella bajada, tengas que ojear el libro de inmersiones, mirar ciertas fotos que hiciste o debas preguntar a tu compañera o compañero, si se acuerda de cómo fue o lo que pasó, pero siempre recordarás aquellos minutos en los que prestaste atención a lo que te comentaban antes de zambullirte en el agua. .
Uno de estos casos ha sido el de una bellísima inmersión que he tenido la suerte de realizar en dos ocasiones en la localidad de Las Negras, Parque Natural del Cabo de Gata-Nijar, en Almería.
Además, ocurrió después de sentir esa ansiedad de volver a sumergirte de nuevo, que tienes después de varios días de estar en el dique seco por culpa de uno de esos temporales de levante, en el que las olas obcecadamente, pretendían, una vez tras otra, intentar salirse del mar sin conseguir su objetivo.
La inmersión se llama “Las piedras de Juanico” y el tal Juanico era un personaje de la zona que perdurará en el recuerdo, incluso sin haberlo conocido, entre aquellos, propios y extraños que han tenido conocimiento de parte de su vida y que si no a la par, no andará muy lejos de otros de ficción que han dejado recuerdos a su paso por estos lugares como algún que otro agente “007”, Conan el Bárbaro o el mismísimo Indiana Jones.
Juanico, nació, vivió y murió pescador, como tantas personas de nuestro litoral español, pero lo que realmente creo que lo hizo particularmente singular y eje central de este pequeño e intimista relato, fue su tangente pero marcada vinculación con el mundo subacuático y por otra parte sus avatares, entre los que se cuenta que no habiendo salido nunca de la comarca, un día se embarcó en la aventura de conseguir los favores de una señorita de las que antiguamente se decían de ellas que: “… fumaban y se les trataba de tu.”
Para ello, ni corto, ni perezoso, se vistió con sus mejores galas y se impregnó de colonia, con el fin improbable de hacer olvidar el olor a pescado de sus manos y se dirigió hacia un local del pecado de la capital almeriense. Pero quiso el destino, juguetón como siempre, que ese mismo día en los que recibía, previo pago ese cariño, se efectuará una redada en el burdel. El caso es que, al ir indocumentado y para que lo pudieran identificar, Juanico reclamó tras una larga discusión, que la policía se pusiera en contacto con la Guardia Civil de la zona de Las Negras, que no tardaron en conocer y reconocer al aturullado Juanico, solicitando su repatriación de nuevo hacia el pueblo.
De esta hazaña salió a la luz que Juanico no tenía documento de identidad, ni cartilla médica, por no tener, no tenía hecho ni el servicio militar obligatorio de aquella época. Es más, por raro que parezca, legalmente no existía, ya que sus progenitores no tuvieron a bien inscribirlo en ningún registro civil.
Coincidiréis conmigo que dentro de la desgracia, tiene cierta nota de humor y sarcasmo, que en un lugar donde se ha dado el caso de desembarcos de pateras repletas de personas “sin papeles” intentando huir de la pobreza, nos encontremos con un lugareño que tampoco los posee.
Otra desventura de Juanico, fue que en otra ocasión, una vez probadas las mieles de la lujuria, no tuvo ningún reparo en recaudar fondos para el entierro de su madre e invertirlo en mujeres de alterne, mientras que a Dios gracias, su madre, ajena a toda la organización de su sepelio, gozaba de buena salud y se paseaba por el pueblo, como alma en pena esperando su óbito para poder cruzar ese espacio intangible que separa los vivos a los muertos y para el que su hijo ya solicitaba dinero.
Juanico, tuvo una relación de simbiosis con el buceo, ya que este pedía el auxilio del centro de submarinismo de la localidad, cuando las redes de pesca se le quedaban encalladas en el caladero donde se encontraban esas rocas, que en honor suyo, hoy llevan su nombre y que a nosotros nos sirve de referencia. Porque, aunque no os lo creáis, Juanico era uno de esos pescadores que viviendo del mar, nunca aprendieron a nadar.
De hay viene esa relación de auto beneficencia. A día de hoy, la zona es Parque Natural y sólo se puede pescar de forma tradicional a una milla de la costa y no en todos los sitios, ya que hay zonas declaradas integrales, por lo que gracias a las aventuras y desventuras de nuestro Juanico, podemos hacer magníficas inmersiones en un paraje idílico disfrutando de la presencia de meros, morenas, congrios e infinidad de vida marina.
Aunque particularmente, en esta última ocasión, me quedó grabado en la retina de mis ojos y retenido en la memoria de mi cámara de fotografiar, la presencia de un blénido, que había tomado como hogar suyo un botellín de cerveza y altanero e impasible sacaba la cabeza por el cuello de la botella observando desdeñoso al grupo de submarinistas que intentábamos inmortalizar el momento con nuestras cámaras, sabiendo que se encontraba protegido, ya que con un rápido movimiento, era capaz de desaparecer en el fondo de la botella.
Todavía se le recuerda a Juanico en Las Negras y al instructor, se le dibuja una sonrisa cariñosa en su rostro cuando comenta como intentaba bailar pasodobles con cualquier extranjera que se lo permitiera en las fiestas del pueblo, desprendiendo ese olor intenso, inconfundible e indescriptible de la mezcla del pescado que queda preso en las redes y la colonia.
Si vais por la zona, no olvidaros pedir que os lleven a “Las Piedras de Juanico”, ya que parece mentira como un paisaje tan selenita en superficie, puede albergar tanta belleza en el fondo marino. Las laderas volcánicas en toda la zona, han conformado con sus rocas y piedras todo tipo de formas en ocasiones hasta grotescas, con grutas y cuevas que encierran multitud de vida, junto con grandes extensiones de praderas de posidonias.
Deseo suponer, aunque no fuese así, que parte de la culpa de esta belleza fue la causa de que piratas berberiscos atacaran una vez tras otras estos pueblos, y estas costas de cantos rodados de color negro, y debido a estas incursiones provienen esa gran cantidad de fortalezas que están diseminadas por todo el litoral con la vana intención en muchos de los casos, de defender a los habitantes de la zona.
Hoy podéis encontrar en la zona, entre las calles de casas encaladas, los habitantes del pueblo y un turismo extrañamente sostenible, compuesto básicamente por familias enteras de veraneantes, submarinistas y “neohippies” en busca de un contacto pleno con la naturaleza.
Sin duda Juanico, fue hijo de una tierra bella pero hostil y de una España sumida en un lento progreso, pero con grandes lunares de olvidados en la noche de los tiempos, pero orgullosos de su tierra.
Pido disculpas de antemano, por si este escrito puede haber herido susceptibilidades, nada más lejos de mi intención, ya que lo he intentado hacer con todo el cariño humano del que he sido capaz: En cualquier caso, de no ser así, se le deberían echar las culpas a las “musas”, por no haberme acompañado de la misma forma que lo hicieron para inspirar a Juan Goytisolo cuando estos paisajes y paisanajes le influenciaron de tal manera como para escribir la obra “Campos de Nijar” o al mismísimo Federico García Lorca en “Bodas de sangre”, ya que creo que la historia de Juanico y sus piedras, bien se merecen un gran relato como homenaje a estas personas, a esas tierras y a nuestro mar Mediterráneo, sin duda alguna, uno de los mares más bellos del mundo.
lunes, 26 de octubre de 2009
70. LAS PIEDRAS DE JUANICO
buceo inmersiones azul mar
Primera edición,
RELATO