domingo, 20 de diciembre de 2009

101. ¡¡¡EL DÍA MÁS FANTÁSTICO!!!

El 10 de julio de 2.008 viví una experiencia inolvidable y creo que fue ¡¡el día más feliz y apasionante de mi vida!!. Se cumplió algo con lo que había soñado cantidad de veces: ¡¡Tuvimos un encuentro con delfines!!. ¡¡Fue sensacional!!.
Estábamos en el Mar Rojo. Era la quinta vez que íbamos, mi marido Julián y yo, pero ésta tenía de especial que venían mi sobrina Berta y su marido José Luis, (enganchados al buceo “gracias a nosotros”, igual que mi otra sobrina Nazaret y Rubén, que acaban de empezar). Hacíamos un crucero en el “Carlton Queen” por la zona Norte, en Sharm El Sheikh y como en otras ocasiones pudimos gozar de las maravillas que ofrece este fascinante Mar, pero lo que narro a continuación no lo había visto jamás.
La aparición se produjo inesperadamente: Primera inmersión del día, 8 de la mañana, Estrecho de Gubal e íbamos al Ulises, un pecio pequeño con mucha vida en sus alrededores.
En esta ocasión no saltamos del barco, nos llevaron en zodiac y durante el trayecto, de pronto, vimos delfines saltando en superficie. Nos escoltaron unos minutos. ¿Quizá como presagio de que querrían estar con nosotros...?. No pudimos hacer mucho más que mirar, gritar y silbarles, con el fin de llamar su atención, al ir totalmente equipados, sentados uno junto a otro, botella a la espalda, etc. etc., pero la adrenalina se nos disparó a todos y la excitación fue total...
En mi interior surgió, con una gran fuerza indescriptible, el pensamiento y el deseo ardiente de que nos seguirían en las profundidades y así me lo repetía constantemente, como si de esta forma fuera a lograrlo...
Llegamos al punto de destino y una vez que nos sumergimos, enseguida, vino un solo ejemplar que dio unas vueltas y se alejó y ya la euforia se apoderó de nosotros…
Había bastante corriente y nos extrañó que iniciáramos el recorrido en contra, (luego nos explicaría el Divemaster que lo hizo porque de esta forma, las burbujas llamarían más su atención). Costaba mucho esfuerzo avanzar, hasta que nos dijo que diéramos la vuelta y surtió su efecto: ¡¡Se aproximaba un grupo de unos 15 o 16 individuos que revolotearon y serpentearon entre nosotros!!. ¡Increíble!. Estaba exultante, les llamaba, les chillaba, gesticulaba..., (aunque parezca mentira, estuve afónica durante unas horas). ¡¡Fabuloso!!. Nos miraban, los veíamos, subían, bajaban, danzando y realizando un sinfín de cabriolas. Eran ellos los que hacían con nosotros lo que querían... Julián intentaba filmarles, (estrenábamos cámara de video en este viaje), aunque con mucha dificultad debido a tanto movimiento, pero aún así, tenemos un buen recuerdo en el que además se oyen..., como si nos hablaran... Yo estoy convencida de que me oían y me contestaban...
Continuamos e inmediatamente vimos el Ulises y antes de llegar a él, contemplábamos un bello pez Piedra al que Julián grababa y oyó que volvían, (yo no me di cuenta, pero en el vídeo se aprecian perfectamente los sonidos que emiten). Se giró rápidamente y pudo captarlos. Otra vez esa inmensa alegría..., mi entusiasmo era tremendo... Nos deleitaron de nuevo con sus acrobacias y se fueron…
Había mucha corriente y antes de organizar la entrada al pecio nos indicaron que nos detuviéramos, de forma que nos tuvimos que agarrar, algunos ya en la propia estructura del barco, otros, como nosotros, a 3 o 4 metros en un arrecife precioso repleto de peces Sargento, de los que Julián consiguió una estupenda filmación y ensimismados en nuestro hallazgo, no nos dimos cuenta de que se presentaron 2 de los delfines, penetraron en una gran cavidad del Ulises y estuvieron jugueteando con el Divemaster. Nos contaron que fue muy bonito.
Resultó una vivencia única e incomparable y cuando lo rememoro, me invade tal placer…, cierro los ojos y consigo reconstruir aquellas prodigiosas escenas.
Pero lo excepcional de la jornada no acabó aquí. Todavía nos esperaba otra gran sorpresa...
Por la tarde, después de la tercera inmersión –fue el único día que decidí no hacer la nocturna- tras ducharme, me vestí definitivamente para acabar el día. Cogí mi cámara de fotos (siempre la llevaba conmigo) y me senté relajadamente..., cuando de pronto, oí: “¡¡Delfines!!, ¡¡delfines!!”. Intenté divisarlos, pero ante semejante alborozo en cubierta bajé disparada y ya estaba lista la zodiac para salir, todos llevaban traje de baño, no me lo pensé, subí, con gafas (soy miope), cámara y vestida..., e iniciamos el recorrido para llegar hasta ellos, ¡¡fue alucinante!!, allí estaban, haciendo todo tipo de piruetas y jugando y yo creo que pidiéndonos que les acompañáramos… Tengo la total convicción de que así era.
La gente se echó al agua y yo ni corta ni perezosa, no iba a ser menos por ir vestida y no tener traje de baño, me quité la camiseta y la falda/pareo y se lo di al Capitán -quien nos había llevado- junto con las gafas y la cámara. Me zambullí y nadé todo lo que pude, con el objetivo de alcanzarlos..., pero imposible conseguirlo, los veía brincando allí mismo y se mueven con semejante rapidez que era una auténtica locura, seguíamos todos dispersos en el agua y tan pronto aparecían como desaparecían... Me sentía tan dichosa de estar allí, con ellos, en la inmensidad del Océano...
Recordé a Jacques, el protagonista de “El Gran Azul” y por unos instantes, fantaseé y sentí el deseo de acabar como él… ¡¡Me fascina el mar y me atrae poderosamente!!.
Se alejaron y algunos volvimos a la neumática, otros se quedaron en el agua y nuevamente nos dirigimos a su encuentro. Me tiré, nadé… y se repitió el extraordinario espectáculo... ¡¡Estaba como loca de contenta!!. Era insólito: había visto y estado con estos encantadores y amistosos cetáceos varias veces, en pocas horas...
Empezaba a atardecer y opté por subirme a la embarcación, (sólo me siguieron dos personas y el resto permaneció en el agua, ya que podrían recurrir a otras lanchas que habían llegado después). Me acordé de que en otra ocasión y también el Mar Rojo y al atardecer, nos acercaron a unos delfines, pero no nos metimos en el agua porque nos dijeron que era posible que atrajeran a los escualos...
El Capitán decidió regresar. Ibamos a bastante velocidad, ¡¡súper way!!, cuando le retamos a que fuera más deprisa y nos diera una vuelta. Fue divertidísimo..., a gran velocidad y girando en círculos grandes en torno a nuestro barco, desde el que nos vitoreaban los que no habían venido y entre ellos Julián. ¡¡Toda una aventura!!. Tuvimos suerte de que fuera el Capitán, porque cualquier otro miembro de la tripulación no lo hubiera hecho, hay mucha disciplina y diferencia entre él y la tripulación.
Disfruté enormemente y tuve una noche muy feliz. Soñé con estos entrañables mamíferos marinos, una y otra vez...
Espero y anhelo con todas mis fuerzas tener la ocasión de repetir ambas experiencias.
Mientras lo escribo, revivo intensamente esos impresionantes momentos y me considero la mujer más afortunada del mundo por tener estas oportunidades…
Este viaje tiene para mí una connotación muy emotiva. Cuando lo recuerdo, en general o cualquier cosa de él, siempre, no puedo evitar que aflore en mi mente la imagen de “mi querida mamá”. Regresamos del viaje el 13 de julio y el 22, tan solo 9 días después, moriría inesperadamente. Sí le conté todas mis hazañas, pero no nos dio tiempo de ver, ni las fotos ni los videos…